Más Información
Como parte del inicio de la celebración por la apertura del inframundo para que todos aquellos ancestros que se adelantaron en el camino, la Alameda Hidalgo del municipio de Querétaro fue uno de los primeros sitios que congregó a cerca de 300 personas, quienes atestiguaron la pasarela de catrines y catrinas con diseños inusuales.
Tal como lo indica una de las tradiciones más mexicanas, el ambiente estaba rodeado por incienso y flor de cempasúchil.
Alrededor de la fuente en honor a Miguel Hidalgo, chicos y grandes aplaudían y reían; aunque en algunos casos se sorprendían de las creaciones modernas, pues aunque el ADN de los locales obliga a mofarse de la muerte, los vestuarios de ciertos modelos estaban alejados de lo que la tradición ha enseñado.
“La muertes es la continuación de la vida”, fue una de las frases que se exclamó por parte de los maestros de ceremonias que dirigían la pasarela, motivo por el que mujeres portaban vestidos multicolores, llenos de flores y entallados.
Con algunas similitudes a aquella calaca que hiciera famosa el artista mexicano José Guadalupe Posadas, las catrinas del desfile eran pomposas y con un caminar estilizado.
Por cerca de una hora se pudo ver a la Catrina guadalupana, mujer llena de flores y vestuario color rosa mexicano, que representa el gozo por la vida. Elegante, con sombrero de copa que se mofaba del estilo de vida europeo.
Una de las calacas hacía referencia a las princesas de los cuentos, misma que convivió con los pequeños y se llevó los aplausos cuando regaló las flores amarillas que llevaba en una cesta.
Los niños que acudieron acompañados de sus padres eran los más alegres, pues al recibir la flor amarilla de la muerte saltaban y reían demostrando su felicidad, a pesar del olor tan peculiar del cempasúchil. En repetidas ocasiones, buscaban acercarse para fotografiar las creaciones “calavéricas” que deambulaban cercanas; sin embargo, constantemente los del micrófono pedían orden, para un evento que no tenía rasgos de planeación.
Al final del camino, por uno de los pasillos centrales, se abrió paso una mujer de vestido blanco con agudo llanto, representando el dolor y la tristeza. Era la famosa Llorona, que en tiempos ancestrales espantaba tanto a niños como a adultos. No obstante, esta vez fue diferente, pues cuando un pequeño se soltó de la mano de su madre, le hizo frente a la leyenda para jugar con su largo velo y el agua de la fuente, situación que provocó la risa hasta del tétrico personaje.
Desde la calavera garbancera, de Diego Rivera, hasta la catrina moderna que año con año evoluciona de acuerdo con quien decida representarla, se burlaron de la muerte, muy al estilo mexicano, durante las festividades por el Día de Muertos.
Los ojos bellos y muy coloridos de las sonrientes catrinas se llevaron los aplausos en el evento, pese a que la pasarela daba muestra de ser la primera vez que se presentaba.
El diseñador y artista visual Bobe D’León, creador de esta pasarela de catrinas, destaca en sus creaciones la relevancia del tradicional festejo mexicano a nivel internacional.
La obra de este queretano ha sido expuesta en el Museo de la Ciudad de Querétaro en varias ocasiones y ha realizado dos exposiciones en Estados Unidos.
En su producción visual, año con año, Bobe resalta un tema, mostrando personajes que tienen una connotación especial en la sociedad mexicana. Es así que en sus exposiciones se han destacado personajes del Cine de Oro Mexicano, Catrinas con los trajes típicos más representativos de nuestro país, así como las tribus urbanas, entre otras.