La noche del sábado 9 de noviembre, un ataque armado dejó un saldo trágico en el bar Los Cantaritos, ubicado en la Avenida Circunvalación, cerca de Los Arcos de Querétaro.
Cuatro sujetos armados ingresaron al establecimiento y dispararon contra los clientes. El ataque duró unos minutos, pero fueron suficientes para causar la muerte de 10 personas y dejar 13 heridos.
La violencia, que se desató la noche del sábado, conmocionó tanto a la población como a las autoridades.
Mientras la noticia del ataque se difundía a través de los medios y redes sociales, los vecinos del Barrio de La Cruz, área cercana al bar, rindieron homenaje a las víctimas con un altar improvisado.
El altar, adornado con flores, veladoras y mensajes escritos, se colocó frente al establecimiento como un acto simbólico en memoria de los fallecidos. El gesto de los residentes fue un intento de traer algo de consuelo a un acto tan violento y desgarrador que había ocurrido tan cerca de su comunidad y que, señalaron, es inédito.
El altar, sin embargo, estuvo prácticamente solo la mayor parte del día y contrastó con las reacciones en redes sociales, donde el dolor por la pérdida y la esperanza de que este tipo de incidentes no se repitieran era la mayor exigencia.
Entre los fallecidos ya comenzaron a sonar algunos nombres, entre los que está el del DJ queretano Rodrigo García, quien aparentemente trabajaba ahí esa noche.
El ataque en Los Cantaritos ocurrió a escasos metros de Los Arcos de Querétaro, uno de los monumentos más emblemáticos y representativos de la ciudad. Este lugar histórico, que forma parte del patrimonio cultural del estado, se encuentra en la misma zona donde sucedió la masacre. Los Arcos, que originalmente servían como acueducto en el siglo XVIII, ahora son un símbolo de la ciudad y un punto de encuentro para los queretanos.
El contraste entre la violencia que se desató tan cerca de este sitio emblemático y la tranquilidad que caracteriza a la ciudad fue notable.
El ataque ocurrió en una zona de alto tránsito nocturno y cerca de un lugar turístico, pero también muy cerca, a dos kilómetros, del Estadio Olímpico, donde Natanael Cano, uno de los representantes de los narcocorridos en el país, brindaba un concierto ante miles de espectadores en un evento abarrotado, donde se cantaron canciones que enaltecen a capos del crimen organizado.
Versiones no confirmadas por la autoridad aseguran que un presunto criminal del Cártel Jalisco Nueva Generación no identificado, pero con liderazgo en esta célula criminal, estaba al interior de Los Cantaritos al momento del ataque, que al parecer se habría ejecutado por integrantes del Cártel de Santa Rosa de Lima, en un aparente ajuste de cuentas de bandas criminales.
A las 21:31 horas, la cámara de seguridad del bar captó el momento preciso en que los agresores irrumpieron en el lugar y comenzaron a disparar indiscriminadamente.
En las imágenes, se observa a los clientes intentar protegerse como podían, algunos lanzándose al suelo y otros refugiándose debajo de las mesas. El sonido ensordecedor de los disparos interrumpió la música y las conversaciones, dejando una atmósfera de terror en el lugar.
El ataque, que fue ejecutado con rapidez, duró solo un minuto. A las 21:32 horas, los disparos cesaron y el bar quedó en silencio. La cámara de seguridad muestra a un hombre de camiseta blanca, que sorprendentemente logra ponerse de pie después de los disparos. Mientras tanto, la escena en el bar se llenaba de caos y angustia, con las víctimas tendidas en el suelo y algunos clientes intentando ponerse a salvo.
Una vez consumado el ataque, los cuatro hombres armados huyeron del lugar en una camioneta, mientras que uno de ellos continuaba disparando desde el exterior. Los agresores se desplazaron con rapidez, aprovechando la oscuridad de la noche para escapar sin ser detenidos. En los minutos posteriores, comenzaron a llegar unidades de la Cruz Roja para atender a los heridos.
Tras el ataque, varias ambulancias de la Cruz Roja y vehículos con la leyenda “Jornadas Contigo” del gobierno estatal arribaron al lugar para proporcionar atención médica a las víctimas. A su llegada, los paramédicos trabajaron rápidamente para trasladar a los heridos a hospitales cercanos. Algunos de los sobrevivientes fueron atendidos en el lugar y luego evacuados en camillas hacia las ambulancias.
El fuerte despliegue de seguridad fue evidente, ya que rápidamente llegaron al lugar alrededor de 100 elementos policiales, tanto de la Policía Municipal como de la Policía Estatal que acordonaron el área para la posterior llegada de la Policía de Investigación de la Fiscalía General de Querétaro.
Estos elementos acordonaron la zona y establecieron retenes vehiculares en los alrededores, desde Universidad y Calzada de los Arcos y hasta el Templo del Barrio de la Cruz, mientras la Fiscalía General del Estado iniciaba las investigaciones. Aun así, decenas de curiosos y sobrevivientes se abarrotaban frente al cordón policial entre ambulancias, vehículos de la morgue y un fuerte olor a pólvora y metal.
El ataque no es aislado, sino que se enmarca dentro de una serie de incidentes violentos relacionados con grupos criminales originarios de Guanajuato, que en el último mes han incrementado su presencia en Querétaro. Según la prensa nacional, las víctimas y los agresores tendrían vínculos con cárteles como el de Santa Rosa de Lima y el Cártel Jalisco Nueva Generación, que están involucrados en disputas por el control de rutas de tráfico de drogas en la región del Bajío.
Solo en un mes, al menos 25 personas originarias de Guanajuato han sido ejecutadas en Querétaro, muchas de ellas ya habían sufrido atentados que les obligaron a mudarse al estado. La violencia, que inicialmente se concentró en los municipios del sur del estado como San Juan del Río, ahora parece estar alcanzando zonas urbanas de la capital queretana.
Según las autoridades, tienen claros vínculos con la violencia generada por los cárteles de Guanajuato. El 4 de octubre, dos músicos originarios de Villagrán, Guanajuato, fueron asesinados mientras trabajaban en un evento en el estacionamiento de Plaza Sur 40. Este ataque, al igual que otros recientes, parece estar relacionado con la disputa entre bandas criminales que operan en Guanajuato y en Querétaro.
Pocos días después, el 7 de octubre, Miguel Ángel “N”, un empresario guanajuatense, fue ejecutado en el estacionamiento de Plaza Lago en Juriquilla. Este hombre, dedicado al comercio de dólares y autos, había llegado a Querétaro buscando escapar de las amenazas de muerte que había recibido en Celaya, su ciudad natal, pero lamentablemente fue alcanzado por la violencia que persigue a muchos de los originarios de esa región.
El 9 de octubre, otro ataque se produjo en la comunidad de Jesús María, en el municipio de El Marqués, donde una familia entera, también proveniente de Guanajuato, fue asesinada en su domicilio. Según la Fiscalía General del Estado, la familia se había trasladado a Querétaro huyendo de la violencia en su estado natal, pero la amenaza del crimen organizado les alcanzó en su nuevo hogar.
Apenas unos días antes de la masacre en Los Cantaritos, el 7 de noviembre, un comando armado asesinó a tres hombres en el restaurante Mr. Barbas, en el fraccionamiento Centro Sur de Querétaro. El dueño del restaurante, quien había trasladado su negocio desde Celaya, había sido víctima de un atentado previo en su antigua ubicación, donde una pareja perdió la vida.