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Calles solitarias, locales comerciales cerrados, avenidas desoladas y una ciudad casi paralizada se vivió ayer, cuando las queretanas se unieron al paro nacional #ElNueveNingunaSeMueve.
Muy temprano los automóviles son pocos. No hubo congestionamientos. Las clases en el nivel básico fueron suspendidas, anunció desde la semana pasada la USEBEQ. Por eso no se ven grandes filas de coches en las escuelas.
Para quienes buscan un banco abierto, la odisea se vuelve complicada. Muchos bancos cierran sus puertas. La mayoría del personal es femenino. En algunas sucursales avisan que no hay servicio de ventanillas. Adentro de los bancos, sólo se ve a hombres. En una, ubicada en un centro comercial, sólo está en gerente en su escritorio.
En ese mismo centro comercial, ubicado en el Anillo Vial Fray Junípero Serra, el estacionamiento está semivacío. Se ve a pocas mujeres en los pasillos. Algunas acompañan a adultos mayores. Las tiendas dedicadas exclusivamente a mujeres están cerradas.
Otras más anuncian que se suman al paro del 9 de marzo, por lo que suspenderán actividades. En los avisos incluyen el hashtag #ElNueveNingunaSeMueve. En los pasillos algunos hombres caminan con prisa, mientras llevan algunas bolsas en las manos. Aunque la mayoría buscan los bancos.
Llamar a los números de atención al cliente llega a ser más tardado que en un día normal. En el caso de un banco, antes del menú recibe una grabación que anuncia que se solidariza con el paro nacional de mujeres y que por ello puede tomar más tiempo ser atendido por un ejecutivo.
Los recorridos se hacen más rápidos. Cuatro o cinco automóviles esperan la luz verde en los semáforos. Todos ocupados por hombres que siguen con sus actividades normales, aunque el día sea atípico, diferente y hasta un punto triste.
Avenidas como Constituyentes, Zaragoza, Ejército Republicano, Universidad y Ezequiel Montes están descongestionadas. Pareciera una mañana de 1 de enero o 25 de diciembre, por el poco movimiento que se aprecia en los negocios.
La ausencia de mujeres se puede ver en casi todas partes. Las estaciones de radio que por lo regular tienen a locutoras en sus espacios matutinos sólo programan música.
En las calles la ausencia es más evidente. Sólo alguna que otra mujer camina por las aceras. En El Tanque un grupo de trabajadores municipales trabaja limpiando las pintas hechas la víspera.
En el Centro Cívico las actividades están reducidas a lo esencial. Las trabajadoras municipales no acudieron, pero están los varones, quienes participan en un taller sobre equidad de género, incluso el alcalde Luis Nava participa.
En tanto, en el mercado de La Cruz las actividades se desarrollan con relativa normalidad. El estacionamiento está lleno y acuden familias completas a hacer las compras o a comer en los negocios de alimentos que sí abrieron.
“Aquí las cosas son diferentes”, dice la encargada de un puesto de frutas y verduras. “Si no salimos a trabajar no comemos. Respeto a las mujeres que salieron a marchar el domingo y que hoy (ayer) pararon, pero uno no puede hacerlo”.
En los puestos de comida del mercado la mayoría de las encargadas son mujeres. No pueden parar actividades. Al igual que muchos otros locales, como los de abarrotes, algunas carnicerías y ropa.
Para muchas trabajadoras del mercado detener actividades un día representa perder en el negocio. Ellas, como sustento de sus hogares, no pueden darse ese lujo. Así que sin importar los llamados, deben de trabajar.
Otras comerciantes de plano dicen que no simpatizan con las organizaciones feministas, que no aprueban los desmanes que hubo en diferentes ciudades del país y en la misma ciudad de Querétaro, donde fue pintado El Tanque.
Conforme avanza la tarde la situación no es diferente. Las calles lucen aún más vacías. Las unidades de transporte van casi vacías. En las paradas sólo hay hombres, en algunas apenas un par de mujeres.
En las tiendas de conveniencia las presencia femenina es obvia. Mucho del personal de estos locales son mujeres, por lo que no paran. “En esta cadena son unos pin... negreros. No nos quisieron dar permiso”, dice una joven.
Hasta esa sucursal de esa cadena de minisúper llegan dos mujeres. Son promotoras de una empresa de cable. Dicen que en la empresa les dieron la libertad de decidir si querían unirse al paro convocado por Las Brujas del Mar.
“Nosotras decidimos trabajar. Es mejor. En la casa nos quedamos y tenemos que trabajar haciendo el quehacer”, dice una de ellas, mientras ambas se dirigen a la camioneta que las transporta, para seguir trabajando en un día donde las calles solitarias y la ausencia de ellas hacen que sea un día extraño, con tranquilidad, cargado de nostalgia y de abandono.