Como cada año, el cerro del Sangremal, en la capital del estado, recibió a sus fieles, a la reencarnación de sus antepasados y a los hijos que mantienen viva la tradición de Los Concheros.

Por eso, en el andador 5 de Mayo, recibe a sus pares una estatua que conmemora esa tradición tan queretana.

Desde inicios del mes, en el barrio de San Pablo, se cierran algunas de las calles para que las familias que integran esta mesa, inicien sus ensayos para un ritual milenario.

Luego de días y varias horas de ensayo, llega la fecha esperada, y el lugar que los necesita, la Santa Cruz de los Milagros.

Ahí, frente a este icónico monumento, se enciende en copal, se saluda a los cuatro puntos, se pide el permiso a los antepasados y al sonido del caracol, comienzan las conchas a sonar.

Se nota en ellos, la fe, la dedicación y el valor.

Unos con los rostros pintados, unos más con máscaras, siempre portando con gallardía y honor los trajes que desde el pasado le han dado ese valor tan relevante a nuestra cultura.

Se notan caras de sorpresa en aquellos que los ven danzar, se les ve que hay una comunicación, incluso voces que preguntan qué se necesita para estar ahí con ellos y se escucha la respuesta: amor, eso es lo que se necesita.

La Cruz no ha dormido, los danzantes se han entregado en cada uno de los pasos que han dado, en cada giro han dejado el alma y la fe, en cada ensayo con entusiasmo.

Quienes lo ven, buscan encontrar su mirada tras las máscaras y entre las plumas para pedirles que esto, siga vivo, siga gozándose y siga siendo el alma de los queretanos.

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