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Rubén Cano Martínez se apresura a recoger su improvisado puesto en el estacionamiento que se encuentra frente al mercado municipal Benito Juárez, mejor conocido por los queretanos como El Tepe, donde desde agosto pasado vendió mariscos, luego de que su local fuera consumido por un incendio en el tradicional centro de abasto.
Señala que es la segunda generación de comerciantes en El Tepe. Dice que tiene 35 años de comerciante en el mercado
“La mayoría de los compañeros resultamos afectados, parcial o totalmente [por el incendio]. Esa fue la historia del mercado que acababa de cumplir 40 años y fue una tristeza para todos, [era] nuestra fuente de trabajo, nuestro patrimonio”, apunta.
Sin embargo, a partir del 10 de agosto, después de que el fuego consumió el inmueble, los locatarios han notado un cambio espectacular, refiere Rubén, pues como comerciantes establecidos tuvieron que aprender a hacer amarres con cuerdas, lonas y plásticos para instalar sus “negocios ambulantes”, pues no sabían cómo hacerlo porque “no somos tianguistas, sino [vendedores] establecidos”.
“Pero tener esta experiencia de los compañeros tianguistas, nos pone a la par de ellos, en sus zapatos. Ha sido difícil, pero también hemos hecho nuevas amistades, nuevos clientes, hemos convivido con nuevos compañeros, porque estamos en ubicaciones diferentes”, comenta.
El hijo de Rubén se acerca al puesto. Observa a su padre recoger el pequeño comercio y hablar al mismo tiempo. De fondo se escucha un discurso, pues en la explanada del mercado remodelado, las autoridades estatales y municipales se dan cita para hacer la entrega del inmueble.
El comerciante agradece a los clientes de El Tepe por el cariño, la confianza y la solidaridad que demostraron durante estos meses, pues no dejaron de acudir a comprar su despensa o ir a comer algo a los tradicionales locales de alimentos.
Asimismo, reconoce a las autoridades del estado que no tardaron en entregar la obra, se comprometieron a hacerlo en un breve tiempo. Lo cumplieron, añade.
El tianguis de locatarios luce vacío. La mayoría de los vendedores se encuentran en la ceremonia, algunos ya terminaron su jornada laboral y otros preparan la mudanza para ocupar sus nuevos puestos establecidos.
Frente a las fachadas con pintura gastada, la calle aún con tierra y pavimento en mal estado, la construcción del mercado resalta por su techo multicolor, aunque en algunos puntos está todavía en proceso de conclusión. En la calle hay maquinaria, y tierra la cual se mojó para evitar que se levantara polvo.
Las autoridades, encabezadas por el gobernador Francisco Domínguez Servién, y el alcalde Luis Bernardo Nava, entregan la obra. Mientras los distintos funcionarios dan sus discursos, en la calle se comienza a formar la gente frente a unas mesas blancas que se instalaron en el lugar.
Sobre las mesas, grandes botes con tamales y ollas con atole, esperan para ser repartidos entre los asistentes a la ceremonia, que luego de poco más de una hora termina.
Los funcionarios recorren los pasillos del mercado remodelado, mientras afuera los tamales y el atole son repartidos entre los asistentes, que se sientan en el borde de la plancha, donde las rampas dan acceso a la misma, pues no hay escaleras.
Los platos y vasos de unicel quedan en las orillas de la explanada de El Tepe, mientras la gente poco a poco se retira del lugar, buscando un lugar más cálido, pues rápidamente la temperatura desciende.
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