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Temida por muchos, indeseable, dolorosa y, para algunos más, el remedio para sus males y problemas, la muerte es vista desde diferentes ángulos, dependiendo a quién se le pregunte. Para la medicina es el fin de las funciones vitales; para la religión, un paso hacia la vida eterna, mientras que para la filosofía es una parte de la vida y lo que le da sentido a la misma. Un médico, un cura y un filósofo dan sus definiciones de la muerte desde su punto de vista.
La ciencia
Javier López Hernández, anestesiólogo con especialidad en tanatología del ISSSTE, dice que la muerte, desde el punto de vista médico, es el cese de las funciones mentales, cardíacas y pulmonares, que son los tres órganos que rigen a todo el cuerpo, y que si tiene una falla, cualquiera de estos tres son muertes súbitas o rápidas.
Lógicamente, si no hay oxigenación comienza a morir todo el cuerpo. Cuando se para el corazón o se tiene muerte cerebral, cuando no hay actividad en el tallo cerebral, se dice que hay muerte.
Sobre la pregunta si morirse duele, el especialista indica que, de acuerdo a su experiencia, pues en los últimos años se ha especializado en tanatología, cree que morir no duele.
“Esa es la importancia de estar preparado para la muerte. Hay algunos pacientes que esperan la muerte. En alguna definición, la muerte cura, hay gente que tiene muchos problemas, que tiene cáncer con dolor insoportable, cuando no te puedes mover, y dicen que prefieren morir, aunque también hay gente muy estoica, pero eso depende de la actitud de cada quien”, comenta.
Señala que los médicos tienen la tarea de ayudar al paciente, aunque no diga nada, de tratar la depresión que provoca en muchos pacientes el hecho irremediable de llegar al fin de la vida. La misma depresión, añade, llega a provocar el deseo de muerte por otro lado.
Biológicamente, la muerte es la última etapa de la vida. “Ahora, el ciclo de la vida ya no es crecer y reproducirse, ahora es producir, porque nos hemos reproducido despiadadamente con una mala calidad de vida y una mala calidad de muerte”, abunda.
Precisa que actualmente el pensamiento médico es de ayudar a bien morir, algo que no se les ha enseñado en las escuelas de medicina, que se conoce como tanatología, pero cuyo término científico es cuidados paliativos.
La fe
Amando Salomón García Aguilar, párroco de la parroquia de Santiago Apóstol, dice que la muerte se puede ver como el fin de la existencia física de las personas, pero desde el punto de vista religioso no se queda ahí.
Para los cristianos, la creencia en las doctrinas de Jesús, después de la muerte hay una vida eterna, “porque el alma que recibimos nos hace inmortales, porque Dios no es un Dios de muertos, es de vivos y desde que recibimos el bautismo, recibimos la herencia eterna, es decir, nosotros esperamos la resurrección de los muertos”.
Apunta que eso es lo que debe entenderse desde el dogma, pues aunque sea dolorosa la muerte de alguien amado y se diga “sentimos esta dolorosa pérdida, irreparable”, desde el punto de vista humano pareciera que así es, “pero en los designios de Dios, nuestro cuerpo, como el de Jesucristo, también sea glorificado en el fin de los tiempos”.
La muerte física es una transición, es una esperanza cierta de que más allá espera la vida eterna. Cuando se quiere mirar a la muerte como algo natural y algo humano, se tiene incertidumbre y no se tiene el sentido de la trascendencia.
“Cuando vemos el misterio de la muerte como una derrota, como un fracaso, como una pérdida, perdemos también el sentido de la vida. Sin embargo, Dios nos abre la puerta para estar con él en cuerpo y alma al final de los tiempos. Nosotros no terminamos haciéndonos polvo en el panteón, tenemos esperanza de la vida eterna, porque esa es la promesa de Dios, llamarnos a su eternidad”, refiere.
La filosofía
Jorge Vélez Vega, coordinador de la licenciatura en Filosofía de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) y profesor investigador de esa facultad, dice que la muerte es el límite de la vida, en primera instancia.
“Un cuerpo, un organismo, en la medida en que vive se va desgastando y va tendiendo a su disolución, en todo caso a su muerte”, explica y agrega que la pregunta de la muerte es sugerente en la medida en la que se vive, “porque si no viviéramos no podríamos preguntar sobre ella”.
“La filosofía, en el caso de Sócrates, no es más que la preparación para la muerte, es decir, el ignorante, el que no conoce las causas de por qué morimos, es el que sufre precisamente la muerte”, señala.
En todo caso, destaca, el filósofo que tiene el conocimiento de esas causas puede caer en la desgracia, en la desdicha, en la tristeza, pero como conoce eso, puede restablecer su bienestar cuando pasa el trago amargo de un familiar o de un amigo.
“No se debe de temer ese momento, no hay que tener esa preocupación de morir, más bien, en tanto que no está la muerte preocúpate de tu propia vida. La muerte ha servido, al menos en el pensamiento filosófico, como el reflejo de la propia vida. En donde encontramos nuestra vida y nos hacemos conscientes de ella sabemos de nuestra finitud. Nos sabemos tan vivos, que encontramos el nacimiento de nuestra propia muerte”, puntualiza.
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