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Pablo Huescas González, proveniente de Iztacalco, coordina la preparación de la portada que se colocará en la entrada del templo de La Cruz, a un día de la tradicional fiesta del recinto religioso.
Lo acompañan una decena de hombres que trabajan en conjunto para que todo esté listo para la muestra de devoción que desde hace 42 años llevan a cabo los habitantes de esa alcaldía de la Ciudad de México.
Los devotos provenientes de la capital del país trabajan a marchas forzadas. Faltan menos de 24 horas para la fiesta grande de la Santa Cruz.
A su alrededor, los devotos llegan al templo para participar en la misa dominical. Las restricciones en los aforos por el Escenario B de la pandemia provoca que afuera del templo haya personas escuchando misa.
Los ojos curiosos se detienen a ver el trabajo que realizan. Algunos se detienen frente y observan por unos minutos la labor de los hombres.
Pablo, quien es jubilado, dice que desde hace muchos años los devotos de la Santa Cruz acuden a la fiesta mayor del emblemático templo, compitiendo por hacer las mejores portadas.
“Esta es una tradición patronal enorme en Iztacalco. Hay muchas capillas, muchas iglesias, y haga de cuenta que es un concurso. Entre barrio y barrio siempre quieren ser los mejores, ya sea que las hagan de fruta, de verdura, de semillas.
Antes, dice, “todas las portadas, todas las ofrendas, eran de flor natural, pero en un día ya estaba todo marchito”.
“Buscaron la manera de que perdurara más tiempo, porque la fiesta, el Santo Jubileo, son cuatro días. Se fueron por lo artificial, los juguetitos, los dulces, infinidad de materiales que hay en la actualidad”, abunda.
A un costado de la entrada al convento, los devotos de la Ciudad de México tienen algunas de sus pertenencias. La más valiosa, la réplica de la Santa Cruz dentro de un nicho.
Por unos días, ese será su hogar; permanecen en ese recinto con el permiso de sacerdotes.
En otros años, quienes hacen el viaje desde la Ciudad de México pernoctan en el templo, con anuencia de los curas del templo, y permanecían hasta el 15 de septiembre por la mañana. Este año las medidas sanitarias por el Covid no lo permiten.
Pablo explica que en el caso de la portada que preparan para La Cruz está hecha de flores plásticas que dan la apariencia de ser naturales, pues son muchos días que debe de permanecer en el templo y con el clima queretano, las flores naturales no durarían mucho tiempo.
Precisa que se va ensamblando pieza por pieza, algunas de gran tamaño, por lo que sólo para transportarlas se requieren hasta cuatro personas, las mismas que también se necesitan para armarse.
En una de las piezas trabajan cuatro jóvenes. Mientras uno de ellos coloca las piezas que decorarán esa parte de la portada, los otros colocan las flores con alambres y lazos.
Otra parte, una de las de mayor tamaño que está colocada frente a la puerta del templo, es armada por tres hombres.
Pablo camina de un lado a otro para coordinar los trabajos que se llevan a cabo en la protada. A veces, él mismo amarra las flores y las acomoda.
Indica que en Iztacalco hay personas que se dedican a hacer las piezas por separado, sólo para unirse en el templo donde se llevarán y decoraran.
Hacen figuras que responden a la imaginación de cada uno de los artesanos de aquella demarcación capitalina.
Muestra de ello, señala, es la portada que se colocará este año en La Cruz, cuyo diseño es especial para la ocasión y, como buena obra artesanal, es única. “Son infinidad de formas. Esta es una. Los artesanos me regalaron otra”, asevera.
El movimiento afuera del templo es constante. Contrario a lo que se veía hasta hace unos meses, cuando se apreciaban a pocas familias y grupos de turistas paseando en el atrio de uno de los templos más tradicionales y con más historia de Querétaro, ahora los fieles y turistas han vuelto, aunque muchos se tengan que conformar con estar en la parte exterior, sin posibilidad de ingresar.
Pablo agrega que el trabajo para hacer la portada puede durar hasta cuatro días; en ocasiones duran trabajando hasta la medianoche. Recuerda que una de las portadas más laboriosas que le tocó armar fue una hecha de semillas, de la cual se siente muy orgulloso.
Pablo dice que el nicho con la réplica de la Santa Cruz que tienen a un costado de la entrada al museo del convento es una imagen peregrina que visita los barrios de Iztacalco.
Esa devoción propició que lo invitaran a trabajar en la portada del templo queretano. Desde la primera ocasión que visitó la ciudad, asegura, se enamoró.
Pablo puntualiza que muchos de los primeros fieles que acudieron la primera vez a este punto, en 1978, ya fallecieron, pero él quiso continuar con la tradición, “de Iztacalco a los pies de la Santa Cruz”.