Entre la algarabía y la fiesta que provoca la presencia de gallos de papel monumentales y la música de viento, la gente se agolpa en las céntricas calles de la ciudad, para arrancar con el tradicional recorrido de El Gallo.

Esta colorida y alegre peregrinación es encabezada por el padre guardián del templo de la Cruz, frailes y algunos campaneros, quienes acompañados de cientos de civiles, visitan las principales capitanías de danza conchera, ubicadas en los barrios de La Cruz y San Francisquito.

“Antiguamente los frailes no permitían nuestros rituales… Todo se hacia dentro de las casas, no podíamos salir a las calles como ahorita… Ellos venían a checar que nosotros como concheros alabáramos a Dios y no a las imágenes que para ellos eran paganas… Se encubrían con El Gallo, y visitaban los altares… Además del sincretismo, poco a poco nos fuimos abriendo paso hacia el exterior de la forma más fácil: haciendo esta fiesta popular”, relata el conchero Omar Ugalde Rodríguez, perteneciente a la Unión de Danza Azteca de Querétaro.

Junto a los capitanes y demás danzantes de esta mesa, fundada en 1558 por el capitán Julián Campos, el conchero recibe al contingente en el oratorio al que pertenece, donde ofrecen café y pan a los visitantes, mientras que los eclesiásticos rezan y bendicen su altar.

Tras esta visita, el contingente retoma su recorrido, para visitar las capillas-oratorio-familiares de más de 20 agrupaciones tradicionales.

Cuando el jolgorio se va y arriba el silencio, las conchas y las sonajas de los danzantes comienzan a sonar; el aroma del copal inunda el ambiente de los oratorios, las alabanzas de los concheros empiezan a elevarse, y la expresión “¡Él es Dios!” se escucha en cada frase.

“Santiago fue el hombre, la cruz, la patrona; donde murió el hombre que el mundo perdona, y sigue con danzas, y sigue con cantos, tu fiel danzante que es Rodríguez Campos”, entonan al unísono los danzantes, mientras una mujer levanta el sahumador hacia los cuatro vientos, lo pasa sobre la cabeza de alguno de los presentes, y por encima de las ofrendas florales y frutales que descansan al pie del altar junto a los cirios encendidos.

Al poco tiempo arriban danzantes de la Ciudad de México, Jalisco, Michoacán, San Luis Potosí, Hidalgo, incluso de San Antonio, Texas, quienes cargando con el estandarte y la palabra de su mesa, son bienvenidos en el umbral de la capilla familiar por los concheros.

Ellos también han recibido a la mesa Unión de Danza Azteca de Querétaro en sus fiestas, y esa noche llegan para cumplir con el compromiso de formar parte de la celebración más importante para sus homólogos.

Esta ceremonia es central para los concheros, afirma Omar Ugalde, pues durante ella convocan a sus antepasados a través de alabanzas, toques de concha, así como del sonido de las mandolinas y las sonajas para pedirles permiso y guía sobre la danza ritual.

Con ayuda de sus compadres y comadres —como le dicen a los danzantes de otras mesas—, esa misma noche tejen y elaboran los chimales (ofrendas florales y de frutas), los bastones y las custodias, con las que tomarán rumbo hacia el templo de La Cruz, posterior al cenit del sol del siguiente día.

Google News

TEMAS RELACIONADOS