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Las campanas del templo del Carmen repican poco antes del mediodía. Los fieles a esta advocación de la virgen se reúnen, aunque muchos no podrán ingresar a la misa solemne, pues el cupo limitado por la contingencia sanitaria se cumplió.
Mujeres que ayudan en la logística de la fiesta del Carmen, una de las de más devoción entre los queretanos, informan a los fieles que el templo está lleno. Algunos se desaniman, pero otros deciden que quieren estar cerca y buscan ingresar. En la puerta son detenidos por quienes vigilan el acceso.
Explican que no pueden entrar, que ya se tiene el cupo límite para la misa.
La contingencia causada por el virus SARS-CoV-2 obliga a que en las ceremonias haya pocas personas en el interior de los recintos religiosos. Eso no detiene a los fieles. Su fe es mayor al temor a la pandemia.
Hace un año la fiesta de la Virgen del Carmen fue la primera que se hizo de manera presencial tras el confinamiento por el Covid-19. Este año las cosas no cambiaron mucho.
Los puestos de antojitos mexicanos, de jarritos y pan, que se instalan tradicionalmente sobre la calle de Morelos, nuevamente están ausentes.
Las campanas del templo siguen repicando mientras la gente intenta ingresar al templo. En tanto, más fieles llegan al atrio. El tránsito sobre avenida Juárez se complica por unos momentos cuando las personas aprovechan para bajar de sus automóviles.
Una mujer de mediana edad pregunta a un hombre si la fila que se registra a un costado del templo es para ingresar.
El sujeto dice que no, que no se puede entrar ya, que está lleno. Aun así, ella camina hacia la puerta con la intención de ingresar. No lo logra.
A un costado del atrio, un puesto con escapularios e imágenes de la Virgen del Carmen son vendidos.
Los escapularios son los más buscados. De acuerdo con la tradición, fue la misma Virgen María, en su advocación del Monte Carmelo, quien lo entregó a San Simón Stock el escapulario, luego de que el santo de origen inglés pidiera a la virgen una muestra de protección a la orden que en un inicio era eremita (ermitaña) para ser parte de las órdenes mendicantes.
Dentro del templo, las bancas no están ocupadas en su totalidad. Sólo dos personas por cada una de ellas pueden ocuparlas. El cañón contiguo al cuerpo central de la construcción también sirve para acomodar fieles en sillas, con su respectiva sana distancia. Sólo pueden ingresar tras ser sanitizados.
Los voluntarios que ayudan en la logística acomodan a las personas que van ingresando. A los adultos mayores les buscan sillas para que puedan estar más cómodos durante la ceremonia que encabeza el obispo de la Diócesis de Querétaro, Fidencio López Plaza.
Antes de iniciar la Eucaristía, en su procesión en el interior del templo pasa frente a la puerta. Saluda a los fieles que quieren entrar, pero que deberán esperar a la siguiente misa o escucharla desde afuera.
La espera no es en vano. El obispo los saluda y bendice a su paso hacia el altar. El olor del incienso llena el templo.
Media decena de monaguillos asisten a la misa solemne. El obispo de Querétaro en su homilía reconoce a las madres, incluidas las solteras, que con amor cuidan a sus hijos, como hace la Virgen María.
Los fieles escuchan en silencio las palabras del obispo. No hay mensajes políticos.
Hay un mensaje de fe, de amor, de confianza en María y en su hijo, Jesús.
La ceremonia se prolonga por casi una hora. Los feligreses participan, aunque para ello tengan que alzar más la voz. Los cubrebocas obligan a que se escuchen mejor los rezos.
La mayoría de quienes acuden a esta misa son adultas mayores. Muchas de las cuales portan grandes escapularios, como muestra de su fe en la Virgen del Carmen.
En el momento de la comunión, se pide que quienes van a comulgar permanezcan de pie en sus lugares, hasta donde los sacerdotes que participan en la Eucaristía se acercan para poner la hostia en sus manos. Antes, los monaguillos pasan hasta donde están los fieles para colocar en sus manos líquido sanitizante, previo a recibir la hostia.
La temperatura dentro del templo ya comienza a ser más cálida. Por las puertas del lugar, que permanecen abiertas, se aprecia que el cielo se nubla.
La mañana soleada quedó atrás. Las nubes presagian lluvia. Es casi parte de la fiesta que el 16 de julio llueva con intensidad. Al final de cuentas, en algunos países la Virgen del Carmen es la patrona del mar y de los marineros.
Antes de terminar la ceremonia, el obispo López Plaza bendice los escapularios y a los fieles que los portarán.
Luego, otro de los organizadores encabeza la salida del templo, para conservar la distancia y evitar aglomeraciones. Pide que salgan primero quienes están a la izquierda del templo, que son los más cercanos a la salida lateral.
Luego lo hacen los del lado derecho y al final quienes ocupaban en cañón del templo.
Mientras salen, dos personas más sanitizan las bancas, para que quienes esperan para la siguiente ceremonia las puedan usar. Usan un líquido que rocían con un aspersor eléctrico con una luz ultravioleta. Los feligreses que salen no se mezclan con quienes esperan ingresar.
Al final, los devotos de la Virgen del Carmen cumplen su cita anual. “Nuestra madre nos protege, incluso del Covid, pero no nos quitamos el cubrebocas”, dice un hombre mayor que camina junto a una mujer, su esposa, mientras camina rumbo a la calle de Morelos.