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Carlos Javier camina entre los coches. Lleva una pequeña bandera de Honduras en las manos, mientras pide alguna ayuda para sobrevivir. Dice que de momento no piensa seguir a Estados Unidos, “en el gabacho está muy canijo”, afirma ante el nuevo gobierno de Donald Trump.
“Ahorita la mayoría de nosotros estamos orando. La mayoría de la gente que está en las iglesias está orando por nosotros los migrantes, por los que están en Estados Unidos, para que no haya deportaciones de la gente. Por que nosotros los migrantes, los que migramos de nuestros países necesitamos un nuevo futuro para nuestras familias y nuestros países están muy peligrosos”, señala, mientras ve pasar los coches por la avenida.
Carlos comparte el crucero con organilleros, vendedores de dulces y limpiaparabrisas que se ganan la vida en las calles. Él no puede hacer otra cosa, más que vivir de lo que los queretanos de buen corazón le dan al joven migrante.
La rutina de Carlos es monótona. Se repite cada tres minutos. Cuando el semáforo cambia a rojo se lanza por entre los vehículos. Hace un ademán con una mano, llevándola a la boca, tratando de decir a los conductores que pide dinero para comer. En la otra mano sostiene su bandera hondureña.
“La gente más rica casi no ayuda a mucha gente. La gente rica cree que cuando se mueran se van a llevar su dinero. Todas las cosas se quedan. Uno se va solo, lo demás se queda y otras personas son las que disfrutan esa riqueza”, reflexiona.
Dice que cada migrante sale de su país por diversas razones, aunque casi siempre las condiciones son las mismas.
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En su caso, asevera, Honduras es peligroso y no hay trabajo. La economía pasa por momentos difíciles, lo que orilla a las personas a buscarse un mejor futuro en otra tierra que no sea la suya. Comenta si en los países expulsores de migrantes hubiera trabajo y mejores condiciones sociales no tendrían necesidad de salir a jugarse la vida en un viaje que no les asegura éxito.
“Los presidentes (de nuestros países) dicen muchas cosas y no las cumplen. Por eso los inmigrantes salimos de nuestros país, para encontrar otro futuro, otras oportunidades para apoyar a nuestras familias”, relata.
Las notas del cilindro se escuchan a unos metros de donde Carlos charla. Sus notas aderezan el relato del hombre hondureño, cuyos ojos se humedecen al recordar a sus seres queridos de los que tuvo que despedirse hace dos meses para empezar su periplo.
En Honduras dejó a una hija de 12 años, a sus padres y a sus hermanos. Dejar a la familia, destaca, es lo más duro de salir de su tierra, reconoce.
En la ciudad de Querétaro lleva un mes. Fuera de su país, ya dos meses. “Lo que voy a hacer es que me voy a quedar aquí. Si encuentro trabajo aquí, me quedo. Ahorita a Estados Unidos no. Está canijo en el gabacho ahorita con el presidente Donald Trump. No hay que moverse uno”, enfatiza. Relata que la travesía la ha hecho en solitario, pues le gusta caminar solo, considera que es más seguro, pues cuando caminan en grupo, si uno de los integrantes hace algo malo pagan todos por esa mala conducta.
Con otros migrantes, abunda, intercambia experiencias. Le platican que a veces tienen que tomar el agua que encuentran, aunque no esté en las mejores condiciones de higiene. Muchas veces, cuando no pueden pagar un hotel, deben quedarse en la calle a dormir. Mientras que la comida, subraya que hay mucha gente buena que cuando los ve pidiendo una ayuda les ofrecen comida, tortas o cualquier otro alimento, con lo que se siente más tranquilo.
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Carlos reconoce que le gustaría quedarse en Querétaro. Asevera que el 95% de los queretanos son buenas personas, que no se meten en problemas con nadie, la policía es buena con ellos, no los molestan.
“He visto que aquí, en Querétaro, es tranquilo, y mucha gente no se mete en problemas con los migrantes”, destaca.
Carlos dice que su país es muy peligroso “muy caliente”, un lugar complicado para vivir. Por eso, le gustaría que su familia lo alcanzara en México, para tener una mejor vida.
Carlos regresa a su tarea de ganarse el pan, sin importar las bajas temperaturas. Por eso lleva guantes en las manos. A pesar del sol, el aire sigue frío, calando fuerte en el cuerpo.
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Sólo en 2023 más de 220 mil hondureños dejaron su país para buscar un mejor destino para ellos y sus familias. Sus principales destinos son Estados Unidos, España y México.
En tanto en la zona de Hércules no se ven migrantes en estos días. Una unidad de seguridad privada de una de las empresas ferroviarias vigila la zona, permanece en el sitio con dos elementos de la empresa.
Un hombre que descansa bajo la sombra de un árbol apunta que en la mañana unas patrullas se llevaron a un grupo de migrantes, aunque la versión no se corrobora. Muchos migrantes permanecerán en Querétaro, ante la incertidumbre que genera la política antimigratoria del nuevo gobierno de Estados Unidos. Algunos, como Carlos, descartarán seguir su camino, buscando que México les ofrezca una oportunidad.