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Japón y México no los une la tragedia, los une la fuerza para levantarse después de la adversidad. En medio del caos y la angustia que generó el sismo de 19 de septiembre de 2017, un grupo de rescatistas japoneses de élite avivó el espíritu de quienes los veían trabajar y admiraban su esfuerzo por rescatar sobrevivientes de los edificios derruidos.
Estuvieron apenas unos días en el país, pero fueron suficientes para que el Equipo de Auxilio para Desastres (JDR, por sus siglas en inglés) demostrara que ante una tragedia todos somos iguales.
Esos hombres, que viven a más de 11 mil kilómetros de México, dejaron sus casas y a sus familias para arriesgar sus vidas por otros.
Cantaron el Himno Nacional mexicano, aceptaron pan de muerto como regalo y su líder pronunció una frase entrañable cuando se despidieron: “Amigos en la adversidad, cuates de verdad. ¡Fuerza México!”.
La escena más emotiva llegó el día que los rescatistas laboraban en el edificio que colapsó en las calles de Bretaña e Irolo, en la colonia Zacahuitzco, de la delegación Benito Juárez, donde hallaron el cuerpo de una chica de 19 años, lo recuperaron y, lo que pudo haber sido un mero “trámite” se convirtió en un ritual para honrar no a la muerte, sino a la vida.
Sobre los escombros de un edificio, en un país muy lejano al suyo, esos hombres, aunque no conocieron a la joven, le mostraron respeto. Pidieron que se guardara silencio, se quitaron los cascos e inclinaron la cabeza.
La gente aplaudió este gesto, al igual que el rescate de un perrito en el Multifamiliar de Tlalpan, y les agradeció antes de partir.
Alegría en medio de la tragedia. A casi un año del sismo, EL UNIVERSAL obtuvo el testimonio de uno de los rescatistas, para quien lo más impresionante fue la amabilidad de los mexicanos.
“A pesar de que los mexicanos estaban en una situación muy difícil después del desastre, desde nuestra llegada al aeropuerto nos recibieron con mucha alegría y cariño. Cuando ya nos íbamos de México teníamos un poco de frustración por no haber podido realizar las actividades como nosotros queríamos. Sin embargo, nos felicitaron y mostraron respeto. Me impresionó esta alegría y amabilidad del pueblo mexicano”, comenta Eichi, quien pidió omitir su apellido, integrante de la Agencia de la Guardia Costera de Japón y del Equipo de Auxilio para Desastres.
Eichi arriesgó su vida “para ayudar a la gente”, dice el buzo, quien como el resto de sus compañeros en JDR tuvo que pasar por un duro entrenamiento especial para cumplir con los estándares internacionales, el cual incluye, por ejemplo, romper una pared de concreto, entrar por el agujero hecho y rescatar a una persona.
Agregó que se sintió honrado de haber rescatado al perrito y acompañar a los mexicanos, aunque experimentó frustración por no salvar vidas humanas. “Pero cada vez que me encontraba su alegría y amabilidad me emocionaba y motivaba”, asegura.
arq