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El 8 de febrero de 1969, a la 1:05 A.M. en la pequeña ciudad de Allende, en Chihuahua, una intensa luz surcó el cielo seguido de un estruendo ensordecedor. El acontecimiento fue captado desde la frontera estadounidense, según cuenta la investigadora en petrología y geoquímica por la UNAM, Karina Cervantes.
El meteorito era una condrita carbonácea, un objeto más viejo que el mismo Sol y había llegado como una pista del cosmos para que los científicos de todo el mundo aventuraran hipótesis con respecto al espacio exterior. “Yo le llamo la piedra de Dios.” dice el Fernando Ortega, investigador del Instituto de Geología de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien explica que fue un elemento que cayó del cielo para hacernos entender nuestros orígenes, desde que fuimos polvo de estrellas hasta convertirnos en seres vivos.
Aquel mismo año, la humanidad se encontraba expectante ante la misión que terminaría por llevar al primer ser humano a la Luna. Científicos y laboratorios de todo el mundo listos para recibir y estudiar las muestras lunares que la misión traería consigo, así que el meteorito Allende literalmente se convirtió en un regalón que cayó del cielo, convirtiéndose en la piedra espacial más estudiada en la historia.
Toneladas de conocimiento
Fue en febrero de 1969 cuando cientos de manos mexicanas pudieron sentir con su propia piel, sin trajes espaciales, componentes geológicos de los más antiguos que existan en el Sistema Solar. Oficialmente, los investigadores de la UNAM recolectaron dos toneladas de Allende. En una intensa labor que se extensión por 25 años y en la que muchas veces se le pagaba pequeñas cantidades a los pobladores de la localidad chihuahuense y a los curiosos por entregar fragmentos. sus hallazgos. Ahora bien, de manera extraoficial y circulando en el contrabando, la dra. Cervantes calcula que se pudo haber tratado de hasta 5 toneladas, de las cuales sólo 200 kilogramos permanecen en México de manera oficial, registradas en la UNAM y en algunos otros centros de investigación o exhibidas en museos.
Lo que Allende nos enseñó
Antes de Allende, no se conocía la temporalidad y la cronología de eventos que habían originado a nuestro planeta. Este proyectil dio la pauta para decir —gracias a la presencia en sus fragmentos de isótopos como oxígeno 16, magnesio 26 y plata 107— que nacimos en un momento y lugar cercano a la misma formación de la Vía Láctea gracias a eventos colosales, como la explosión de estrellas y supernovas.
Así mismo, el titán caído del cielo arrojó pistas de cómo se forman las nebulosas de las cuales se precipitan los planetas y de la materia orgánica más primitiva que se pueda encontrar, precursora de la vida, con el hallazgo de compuestos orgánicos como fullerenos y aminoácidos que por primera vez se detectaban en meteoritos.
No obstante, la contribución más importante del meteorito mexicano fue la observación de sus incrustaciones ricas en calcio y aluminio, los objetos sólidos más antiguos que se conocen, pues debieron ser lo primero que se precipitó de la nebulosa que dio origen al Sistema Solar. Es decir, antes de que el Sol naciera, hace unos 4,570 millones de años, ya existían estos compuestos de Allende. En total, la piedra milenaria tiene más de 100 minerales, pero 20 de ellos eran, hasta antes de su aparición, desconocidos para los seres humanos en la Tierra.
El extraordinario valor científico reconocido por los investigadores en todo el mundo quienes empezaron a hacer publicaciones científicas desde los primeros días de su aparición. Para 2018 se contabilizaban cerca de 16 mil publicaciones en revistas de gran prestigio referentes a esta roca espacial y se encontraron 5 de los 20 minerales nuevos para la ciencia en ese año. En este primer mes del 2019, el meteorito ya tiene alrededor de 50 publicaciones que la refieren.
¿Dónde está Allende?
Allende está en todo el mundo. El Dr. Ortega cuenta como a los dos días de que cayó el meteorito llegó un comerciante que se llevó 500 kilogramos; la NASA se llevó alrededor de mil kilogramos, y el resto es resguardado por comerciantes o aficionados en colecciones particulares y está repartida en centenares de laboratorios de química, astroquímica, cosmoquímica.
El consorcio de trece países que estaba preparado para recibir las rocas lunares fueron los primeros en recibir a Allende, del cual existen 60 mil fragmentos del meteorito en las colecciones del mundo. La Doctora Cervantes, quien actualmente es profesora de tiempo completo para la Facultad de Ciencias de la UNAM explica que se molió una decena de kilogramos de la roca, para repartir los polvos en los laboratorios de todo el mundo. “Así que todos los laboratorios y todas las universidades en las que se estudien rocas tienen un poco de Allende”.
El Instituto Smithsoniano, en Washington D. C. es, hasta hoy, la institución que cuenta con la mayor cantidad de fragmentos del bólido. La científica, quien realizó una estancia postdoctoral en los laboratorios de Meteoritas de la Antártica y de Muestras Lunares de las instalaciones de la NASA, detalla que los polvos de Allende son utilizados como referencia para todas las técnicas analíticas, marcando una pauta de excelencia en la ciencia de todo el mundo.
La caja misteriosa
Dos anécdotas se entrelazan en las historias que nos cuentan los investigadores de la UNAM. La Dra. Karina nos cuenta que Gerardo Sánchez Rubio, profesor de la Facultad de Ciencias, fue enviado al sitio donde cayó la famosa piedra a colaborar con los investigadores estadounidenses que la recolectaban para llevarla a los laboratorios de ese país. Sin embargo, la hazaña heroica consistió en lograr enviar una de las cajas a la Ciudad de México, en un descuido de los americanos. Aunque la versión oficial dice que fue el Instituto Smithsoniano quien donó este material a la UNAM. Pero historia no concluye ahí.
El Dr. Ortega relata que, al tomar posesión como jefe del departamento de geología, se encontró con una gran sorpresa: una caja abandonada hacía 50 años en la oficina del recién extinto Correos de México que nunca había sido reclamada, por lo que la llevaron a la puerta de su oficina al encontrar la dirección en el paquete.
Cuál sería su sorpresa al encontrar 150 kilogramos de Allende. Un hallazgo que fue protegido durante décadas por la ignorancia pues cada gramo de Allende —nos cuenta el geólogo mexicano— ha propiciado un promedio 170 contribuciones científicas y tiene un valor de de 100 dólares. Por lo que el misterioso paquete contenía al menos 15 millones de dólares, y una cantidad invaluable de elementos científicos.