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A sus casi 60 años, Santiago Carbonell se dice más relajado con la vida, pero con el trabajo sigue igual de disciplinado: diariamente le dedica más de 10 horas y aún así, dice, le falta tiempo para pintar.
En una visita al Museo Carbonell, el pintor dejó por un momento los pinceles para platicar con CLASE sobre “Retorno a lo primordial”, exposición que inaugurará el 12 de julio en el Centro de las Artes del Parque Fundidora, de Monterrey, Nuevo León, donde permanecerá por tres meses.
La serie es descrita por el mismo artista como un viaje para recordar, porque enmarca la historia de sus últimos 20 años.
¿Qué es “Retorno a lo primordial”?
Es un viaje a través del tiempo, es un volver a empezar, un recordar, un caminar por el espacio y el tiempo. Consta de 25 obras de mi trayectoria, que son representativas de todo lo que he hecho en los últimos 20 años, y se trata de piezas muy singulares, no hay una temática en general sino más bien hablamos del viaje, del viaje de uno mismo y del viaje del tiempo. Regresar a lo primordial es volver a nuestras raíces, a donde nacimos, cómo nos construimos y es también un retorno a lo primordial, en la esencia de regresar a la pintura de siempre, a la pintura de la tradición.
¿Qué marca el principio de esos 20 años?
Yo siempre lo he entendido así, que para los artistas y hasta los científicos, una parte muy importante es la juventud, yo creo que es tan ligera y atrevida que es cuando nos descubrimos a nosotros mismos, cuando nos inventamos, las grandes ideas de los hombres siempre nacen en esa etapa y con el tiempo, lo que vas haciendo es repitiendo la misma idea, pero madurando, trabajando en aquella inquietud que concebiste cuando eras joven, entonces yo no me voy a mis cuadros de primera juventud, pero sí me gusta apegarme a lo que ya hice, inclusive lo hago muchas veces como una forma de autoinspiración; recordar los cuadros que he hecho y hacer variaciones sobre temas que empecé hace tiempo, porque creo que aún dan más de sí.
Cuando se inauguró el Museo Santiago Carbonell, hablaste de tus primeros cuadros, uno de ellos es la obra de tus botas que pintaste a los 17 años, ¿en ese entonces cómo eras?
Sí, cuando pinté ese cuadro tenía 17 años y no me llegaba muchísima inspiración, la verdad, recuerdo que cuando era joven sufría mucho con el cuadro en blanco, decía “¿qué pinto?”. Ahora, en cambio, tengo casi 60 años y no le temo al cuadro en blanco, tengo más ideas de las que puedo pintar y con eso estoy muy contento, más que nada, lo repito, me gusta mucho volver a mis principios y a mis ideas fundamentales.
¿Te falta entonces tiempo para seguir pintando?
Sin duda, soy una persona que le dedica de 10 a 12 horas diarias al trabajo, soy muy madrugador, me levanto a las cuatro de la mañana y en esa soledad te encuentras a ti mismo, te descubres y a veces salen tus demonios y fantasmas, con los que juegas también, pero se van repitiendo en cada obra.
¿Y qué conservas de aquel pintor joven?
Yo creo que los ojos y la curiosidad, sigo siendo un eterno curioso. Siempre he creído que si tienes que decir cosas, tu vida primero debe estar llena de sucesos, aventuras, viajes, problemas y alegrías. Eso es lo que realmente te llena y no tienes problemas para contar, creo que las vivencias personales son la gran fuente de donde los artistas nos nutrimos, yo trato de mirar con los ojos de las otras personas, pero siempre recuerdo la mirada del niño curioso que fui.
En Querétaro te conocemos a la perfección y tu trabajo es muy admirado en lugares como la Ciudad de México. Ahora, con este viaje a Monterrey, ¿estás preocupado en atraer nuevos espectadores a tu obra?
Lo divertido de ser artista visual es que, salvo el día de la inauguración, nunca vemos a nuestros observadores, no nos reconocemos en el aplauso, cuando alguien nos aplaude nos sentimos hasta extraños. Los artistas visuales solemos trabajar en mucha soledad y no estamos muy acostumbrados al espectador, entonces tampoco ha sido algo que me haya preocupado demasiado en la vida, pero bueno, si me invitaron a hacer una bonita exposición en Monterrey, tal como me dijo el director del Centro de las Artes, es porque él sentía que había interés para ver mi obra. Cuando hice el museo (Museo Carbonell), fue porque a los cuadros no les gusta viajar, les sienta mal, por un viajecito siempre pasa algo, entonces antes hacía muchas exposiciones en el extranjero y dije no más, si alguien quiere ver un Carbonell que lo vean en Querétaro, que vengan ellos, pero es muy hermoso salir a orear un poco los cuadros y cada cuadro se lee diferente en cada espacio, parece que se transforman porque no se ven igual, no sólo por la luz del lugar, sino por la latitud y las personas.
¿Nos puedes adelantar algo de las próximas actividades del museo?
Como últimamente tengo tanto trabajo, he dejado al museo un poco tranquilito, pero en un par de meses vamos a invitar al escultor Sebastián, quien nos va a prestar una obra que nadie ha visto y es muy rara. A los artistas que invitamos casi siempre les pedimos que nos den lo que tienen en el taller, eso que nunca nadie se ha atrevido a mostrar. La verdad es un museo muy pequeño y se pueden hacer pocas actividades, pero más que nada he andado muy disperso, por tanto trabajo.
Alejandro Vázquez, quien fue tu alumno, nos platicó que la gran enseñanza que le dejaste fue la disciplina, ¿ahora qué tan disciplinado eres?
La disciplina es buena para el trabajo, pero para la vida hay que estar relajado. Yo fui una persona bastante disciplinada en el trabajo, en lo demás soy un desastre, siempre fui un chico de esos caóticos, revolucionarios y con una vida muy intensa, pero con respecto al trabajo siempre lo tomé muy en serio. Mejor dejemos la disciplina para los militares, hay que disfrutar la vida, ahora que tengo casi 60 años, todo me lo tomo más relajado.
¿Hay un proyecto de mural en puerta?
Sí, pero no puedo decir más, pero sí es aquí en Querétaro, y mide 7 por 10 metros.
¿Es secreto de estado?
No, no es de estado, y te voy a decir algo más, es gratis, no voy a cobrar un solo peso. Hasta ahí lo voy a dejar, ya cuando se presente te contare más.