Históricamente, la responsabilidad de la fecundación humana siempre ha recaído en las mujeres. Con el retraso de la maternidad y el aumento de las complicaciones para lograr un embarazo, la investigación sobre reproducción ha focalizado sus esfuerzos en el factor femenino.
Pese a esto, en los últimos años la ciencia de la fertilidad ha empezado a mirar seriamente hacia el varón. Concretamente a su semen. La última revisión científica publicada a finales de 2017 en la revista Human Reproduction Update afirma que el semen de los hombresoccidentales es peor ahora que hace 40 años.
La concentración espermática ha pasado de una media de 99 millones de espermatozoides por mililitro en 1973 a 47,1 en 2011, un declive del 52,4 %. Pero el descenso es aún más marcado en otra variable. De los 337,3 millones de espermatozoides por eyaculación de la década de los 70 se ha pasado a los actuales 137,5 millones, un 59 % menos.
Sobre el caso concreto de España hay pocos estudios, pero todo apunta a que también se está produciendo esta caída. En 2008 se publicó una investigación realizada en más de 60 centros de reproducción asistida de todas las comunidades autónomas que constató la gran disparidad geográfica en cuanto a calidad seminal que existe en el país.
Hoy en día la única herramienta aceptada para evaluar la fertilidad masculina es el análisis básico del semen o seminograma, que no resulta del todo útil dada su limitada especificidad y sensibilidad, por lo que no permite determinar con certeza si un individuo es fértil o no.
Un estudio internacional sobre las causas de la infertilidad masculina, publicado a finales de 2017 y que contó con la colaboración del investigador de la Universidad de Murcia Jaime Mendiola, concluye que el 15 % de los hombres son infértiles en la actualidad.
Entre ellos, el 40 % de los casos se debe a causas desconocidas; un 15 % son por algún trastorno genético vinculado a un problema de fertilidad; y un 30 % son pacientes con seminogramas alterados sin causa genética.