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“Si yo tuviera mi propia universidad, no habría calificaciones, los estudiantes crearían tecnologías para ayudar a niños en hospitales o para beneficiar a la sociedad y la carrera de ingeniería tendría la misma cantidad de hombres que de mujeres”. Ese era el sueño de la mexicana Elena Rodríguez Falcón, pero nunca imaginó que lo haría realidad en Inglaterra.
Elena dirige la creación de una nueva universidad en Hereford, una ciudad inglesa. En septiembre de este año, recibirán a sus primeros 50 estudiantes que obtendrán el grado de ingenieros con la metodología que Elena soñó, y por la cual ha sido reconocida por la Real Academia de Ingeniería de Reino Unido.
La mexicana empezó a dar clases en Sheffield, otra universidad de ese país, cuando un profesor dejó su plaza. En un curso les pidió a sus estudiantes desarrollar un proyecto para ayudar a Kiron, un niño de 11 años con parálisis cerebral. “No podía hablar, moverse o escribir, que era lo que él quería. Los muchachos se apasionaron muchísimo para ayudarlo y desarrollaron un prototipo para que pudiera realizar esas actividades”.
Posteriormente trabajaron con el hospital de niños de esa ciudad, ayudando a quienes tenían ‘huesos de cristal’, es decir, que se fracturan con facilidad. “Mis alumnos diseñaron un aparato para ayudarlos a caminar. Este producto lo aprobaron médicamente y ahora está en todas las instituciones médicas de Estados Unidos”.
Elena estudió Ingeniería Mecánica en la Universidad Autónoma de Nuevo León. “No soy una persona que venga de clase rica, que haya tenido dinero, que haya estudiado en universidades privadas. Toda mi vida ha sido trabajo”.
Cuando Elena empezó a buscar empleo se dio cuenta de que en muchas empresas preferían trabajadores varones. “El anuncio decía: ‘buscamos ingeniero mexicano, género: masculino’. Le dije a mi mamá: voy a aplicar; y ella me dijo: pero es sólo para hombres. Recuerdo que tenía una furia en el estómago”.
En México, el porcentaje de mujeres que estudian una carrera en ingeniería es de menos del 30%. Sin embargo, el promedio está por arriba de Inglaterra, donde menos del 20% de ellas eligen una carrera vinculada a este rubro, de acuerdo con la UNESCO. A nivel global, sólo el 28% de los investigadores del mundo pertenecen a este género.
Elena llegó a Inglaterra para estudiar una maestría. Unos meses antes de que se acabara su beca, aplicó para una oferta laboral en Sheffield. Aunque tuvo que competir contra muchos nativos nunca se sintió menos capaz. “No quiere decir que porque él sea inglés y yo sea mexicana, y él hombre y yo mujer; él sea mejor. Es el coraje, la actitud, la valentía, la que hace la diferencia. Y yo creo, de corazón, que en México hay un montón de eso”.
Al principio, le ofrecieron un trabajo temporal por un año. “Empecé a dar clases, como me las habían dado en Monterrey; y aquí, en Inglaterra, se daban igual. Pero yo me di cuenta de que a pesar de haber sido una buena estudiante, yo me sentí un ingeniero hasta que entré a la industria”, por eso la mexicana se acercó a los hospitales y buscó clientes que requirieran los servicios de sus estudiantes.
“Yo no tenía un plan. Sólo estaba disfrutando del trabajo que estaba haciendo. Yo no me consideraba una académica como los británicos, más bien, me considero una educadora. Creo en una educación que refleje la realidad en el medio de trabajo”.
Luchar por la diversidad
Para Elena la diversidad es algo natural y se enorgullece de crear una escuela que rompe con los paradigmas de las aulas tradicionales. En su vida personal, también tuvo que disrumpir con sus creencias y la de sus padres.
La mexicana estuvo casada por ocho años, antes de ‘salir del clóset’. “Concluimos que no estaba bien para ninguno de los dos, y tuve la oportunidad de ser yo misma”. Aunque Elena enfatiza que creció en una familia donde siempre tuvo mucho apoyo, reconoce que fue un contexto religioso, donde había expectativas que cumplir. “Yo crecí en una familia muy normal mexicana”.
El 56% de las personas se encuentran “en el closet en el trabajo”, es decir, esconden su preferencia sexual en el ámbito laboral. Muchas veces lo hacen por recomendación de sus propios jefes; de acuerdo con la “Encuesta Diversidad y Talento LGBT en México” publicada este año por la ADIL, una agrupación que promueve la inclusión y respeto hacia las personas LGBT, en conjunto con la CNDH. En su primera encuesta, publicada cuatro años atrás, reportó que una de cada tres personas LGBT han sufrido discriminación en el trabajo.
Por el momento, la mexicana, que también da charlas sobre sexualidad y diversidad en Reino Unido, está buscando patrocinadores para poder hacer crecer su escuela y ofrece ponerle el nombre del donador a la institución. “Yo quiero que 100 años después, cuando esta universidad sea famosa, alguien diga ‘una mexicana lo hizo’. Para que todos los mexicanos que piensen que no pueden, digan sí, sí se puede”.
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