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Con cautela y alegría, los franceses recuperaron este lunes una tímida normalidad tras dos largos meses de confinamiento, pero ante el temor a un rebrote de la pandemia de Covid-19 muchos prefirieron quedarse en sus casas.
En contraste, en algunas tiendas de ropa de París se captaron largas filas para entrar, conservando la distancia entre las personas.
"Esperaba ver mucha gente, como antes. Pero las calles están vacías. Tengo la impresión de que seguimos en confinamiento", dice sorprendida Marie-France Navarro, desde el moderno barrio de negocios de La Défense, situado al oeste de París, en el primer día de libertad para los 67 millones de franceses.
"La gente tiene miedo, esto aún no se acaba", abunda preocupado Stefan Polonsky en referencia al coronavirus, que tras haber matado a más de 26 mil personas sigue circulando en el país, como lo demuestra la aparición de tres nuevos focos de infección en otras tantas regiones consideradas de bajo riesgo.
Los comercios volvieron a abrir sus puertas, pero los bares y restaurantes siguen cerrados, así como los grandes museos y los monumentos famosos en todo el mundo.
En el metro de París, los usuarios debían desde hoy portar obligatoriamente una mascarilla. Y para asegurar la distancia física entre pasajeros, se instalaron señalizaciones y flechas en el suelo de los andenes, y se clausuró la mitad de asientos .
Ver, tocar y probar
Las calles, adormecidas durante cincuenta y cinco días, recuperaron parte de su efervescencia con la reapertura de peluquerías, tiendas de ropa, florerías y librerías.
Las exclusivas tiendas de los Campos Elíseos, normalmente atestada de turistas, volvieron a acoger a clientes en medio de drásticas medidas sanitarias.
Françoise Falck, una parisina que vive a dos minutos de "la avenida más hermosa del mundo", vino a la boutique de Guérlain para comprar su perfume favorito. "Ya casi no me quedaba mi colonia Imperial", dice. "Lo sé, puede sonar ridículo cuando la prioridad es tener tres comidas diarias", añade algo avergonzada.
"Lo que me hacía falta era ver los productos, tocarlos, probarlos", señala Abby Hsieh, una estudiante taiwanesa que vive en París desde hace tres años.
AFP captó a clientes con mascarillas afuera de una tienda Zara que esperaban su turno para ingresar.
Muchas de las tiendas, sobre todo de maquillaje, decidieron retirar de los estantes las muestras de los productos y en las perfumerías los vendedores afirman "desinfectar constantemente" los frascos.
Además de poner alcohol gel en las puertas de entrada y limitar el número de clientes, algunas tiendas impusieron también a los clientes el uso de mascarillas.
"El ambiente es un poco irreal, todo el mundo lleva mascarillas, es muy extraño", estima Irina, una joven de 20 años que decidió utilizar su primer día de libertad para hacer compras.
Los salones de belleza ya no ofrecen ni café ni revistas a sus clientes, que deben vestir una bata desechable y seguir una ruta marcada para limitar los contactos.
"Sin duda el cotidiano del salón ahora es muy diferente", estima Cédric Badenier, un peluquero con 30 años de experiencia. "Debemos adaptarnos. Pero estamos obligados a tocar un poco a la gente, por ejemplo debemos tocar las orejas para no cortar los elásticos de las mascarillas", dice.
"¡Tengo ganas de llorar!"
Con el levantamiento paulatino de las restricciones, cientos de miles de personas retornaron al trabajo este lunes, un regreso vital para reactivar la economía francesa, sumida en su peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial.
"Estoy feliz de haber vuelto, ya no sabía qué hacer en casa", cuenta a la AFP Bruno Angilletta, propietario de una escuela de manejo en París.
"Vamos a retomar despacio, para asegurarnos de que todo está bien. Comprar desinfectante, mascarillas, poner en pie todas las medidas sanitarias", dice.
También retornaron a las aulas los maestros, que prepararon este lunes el regreso a clases a partir del martes de los niños de hasta 11 años.
Frente al río Sena, decenas de personas disfrutaban de la nueva libertad de poder salir a las calles sin tener que presentar un justificativo y algunos hasta improvisaban picnics.
"¿Que cómo estoy? !Tengo ganas de llorar!", dice Jean-Marc Eder. "Dos meses sin ver a nadie fue muy duro. ¡Estoy feliz de volver a ver un poco de gente!".