Una estrella enana roja es un objeto de estudio muy interesante. No se trata de que estos cuerpos celestes sean poco comunes, al contrario, se calcula que alrededor del 70% de los hallazgos estelares corresponden precisamente a esta categoría. Lo que las hace especiales es su longevidad, pues mientras el Sol vivirá un aproximado de 10 mil millones de años, una estrella ultra fría como Trappist-1 puede vivir billones.
Durante este año, uno de los grandes hallazgos científicos fue el encuentro con el sistema estelar de la mencionada estrella. Hasta el año pasado se le habían descubierto sólo tres planetas a este astro, pero a principios del 2017 se confirmó la presencia de otros cuatro, lo que sumó un sistema de siete planetas rocosos muy similares en dimensiones a la Tierra. La temperatura de 2 mil 500 grados centígrados, en contraposición de los 5 mil 800 del Sol, le confiere a los planetas estabilidad de condiciones por un mayor periodo, y por ende, mayores posibilidades para generar vida en algún momento de su historia.
¿Por qué otras razones el descubrimiento del sistema de Trappist-1 es reelevante? Esta es la primera vez que los científicos se encuentran con un sistema estelar conformado sólo por planetas rocosos, lo que también abre una enorme gama de posibilidades, pues hace tan sólo más de medio siglo se pensaba que la mayoría de las estrellas no tenían planetas a su alrededor y ahora este menú parece sobrepasar incluso al de estrellas, lo que multiplica las posibilidades de reconocer el Universo en el que estamos inmersos con la ayuda, además, de importantes herramientas como las que ya se tienen o se esperan con ansia, como el Telescopio James Webb, que hará su aparición a principios del 2019.
Pero además de este encuentro estelar, otros dos eventos marcaron el final y el inicio de una nueva era de estudios espaciales. Por una parte, después de pasar trece años en la órbita de Saturno, la sonda espacial Cassini de la NASA llegó al final de su misión. El día anterior a su inmersión en la atmósfera superior de Saturno para ser destruida, hizo observaciones detalladas de las auroras, la temperatura y los vórtices de los polos del planeta. Fue el gran final de un completo programa de estudios sobre el planeta y sus lunas, un final suicida enmarcado por la atmósfera de hidrógeno y helio que conforma Saturno y que a la fecha sigue administrando material de estudio para los científicos.
Por otro lado, una nueva etapa de investigaciones astronómicas se abrió también este año cuando se revelaron datos sobre las primeras observaciones del choque de dos estrellas de neutrones. Esta coalisión abre una ventana de estudios sobre fenómenos celestes a través de la radiación y las ondas que se crean en el espacio-tiempo. Einstein sigue vivo a través de sus teorías. Este fuerte choque detectado el 17 de agosto en el LIGO (Observatorio de Detección de Ondas Gravitacionales) ocurrió en realidad hace 130 millones de años luz, pero en un lugar tan lejano del Universo que sus señales fueron recibidas hasta ahora.
Esta es otra prueba de las ondas gravitacionales que predijo Albert Einstein en su Teoría General de la Relatividad, pero este hecho además puso en evidencia algo más: que gracias a este tipo de eventos, en la Tierra hay platino, oro, uranio y otros metales pesados, pues el choque estelar fusiona hidrógeno (elemento primigenio del Universo) con otros elementos como el carbón y cuando las estrellas mueren se crean elementos aún más pesados como los metales señalados.
Avances médicos 2017
En cuanto a los avances médicos que evolucionaron este año, se encuentra la edición de genes para uso clínico que avanzó con varias investigaciones. A mediados de este año un grupo de investigadores centró su trabajo en embriones que transportaban el gen para la enfermedad de Huntington, que se trata de un trastorno motor progresivo que conduce a un movimiento exagerado de las extremidades y se transmite de una generación a otra a través de un gen dominante. Investigadores de la Universidad de Emory (Atlanta, EU) lograron, mediante la edición de genes de CRISPR/Cas9, invertir la enfermedad de Huntington y los síntomas motores al recortar parte del gen que produce la proteína tóxica en un modelo de ratón con el trastorno neurológico hereditario
En agosto, un equipo anunció el primer uso del sistema de edición de genes CRISPR-Cas9 para reparar una mutación causante de enfermedad en embriones humanos viables. En septiembre, otro grupo informó haber fijado embriones humanos que transportaban el gen para una enfermedad sanguínea recesiva, en la que ambas copias tienen la mutación problemática. El equipo clonó embriones de células de piel humana y luego editó bases únicas en el ADN para corregir los defectos.
Por otro lado, este año se aprobó finalmente un sofisticado tratamiento contra el cáncer llamado terapia de células CAR-T, que tiene que ver con la ingeniería genética de las propias células inmunitarias de un paciente para atacar los tumores. Las células T se extraen de la sangre del paciente y en el laboratorio se les añade el gen para un receptor especial que se une a cierta proteína de las células cancerosas del paciente. Este receptor especial se llama receptor de antígeno quimérico (CAR, del inglés “chimeric antigen receptor”).
Las células se administran al paciente mediante infusión. La terapia de células T con CAR está en estudio para el tratamiento de algunos tipos de cáncer y a mediados de este año la FDA aprobó este tipo de inmunoterapia para algunos niños y adultos jóvenes con una forma de leucemia linfoblástica aguda (LLA), uno de los tipos de cáncer más comunes en niños. De hecho, la revista Nature nombró como uno de los personajes más importantes del año en los escenarios científicos a la niña Emily Whitehead quien fue la primera en recibir esta innovadora terapia génica contra el cáncer hace cinco años cuando aún era un tratamiento experimental.
Otro de los personajes en ser reconocidos por la revista Nature es Khaled Toukan, un hábil negociador al que se le debe, en mucho, la reciente apertura del primer gran centro de investigación internacional en Oriente Medio. A pesar de los históricos movimientos convulsos en la región, el pasado mes de mayo fue inaugurado en Jordania el Sincrotón para la Ciencia Experimental y Aplicaciones en el Medio Oriente (SESAME). Para este increible logro, se contó con la colaboración de países como Turquía, Chipre, Irán e Israel. Esta alianza prueba que la visión de la ciencia puede aliar a los más acérrimos rivales. Este centro de investigación está inspirado en el CERN europeo, el centro de investigación nuclear por excelencia, y a grosso modo lo que hace este nuevo centro en Oriente Medio, considerado una fuente de luz de tercera generación, es acelerar electrones mediante un anillo de imanes. Así, se generan intensos haces de luz que ofrecen una visión de los elementos a analizar y que tendrían aplicaciones en campos tan variados como la medicina o la agricultura.
Ciencia a la mexicana
Durante este año, la Ciudad de México revivió el terremoto de 1985 de la peor forma: con otro fenómeno de fuerte intensidad justo en la misma fecha. Dentro de la tragedia, también se vislumbró una posibilidad, el alto nivel de los científicos mexicanos, como el caso del doctor Víctor Manuel Cruz-Atienza, especialista del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM, y quien ha trabajado con acertados modelos matemáticos sobre el impacto de los sismos, que han ayudado a dilucidar la relación entre la duración de un evento sísmico y las cualidades de los sedimentos donde se propagan las ondas sísmicas.
Precisamente por esta labor también fue nombrado por la revista Nature como uno de los científicos más relevantes del 2017. Su trabajo, así como el de otros científicos que estudian la misma área de trabajo, puede ayudar a puntualizar el peligro y los reglamentos necesarios para disminuir el impacto de los sismos en zonas sísmicas. Actualmente, el doctor Atienza-Cruz está trabajando en un magno proyecto en la brecha sísmica de Guerrero. En conjunto con el Gobierno de Japón se está instrumentando la zona para obtener datos teóricos para generar modelos que ayuden a entender el impacto de un gran sismo en esta área y así poder generar medidas preventivas más puntuales. Esta es una muestra de que la inversión en la ciencia no sólo reditúa en cifras económicas, sino también en vida.