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Rafael Riego, emocionado, coloca sus brazos sobre un par de muletas de cartón y demuestra que, aunque están hechas de un material que podría pensarse que es frágil, soportan su peso y podrían resistir mucho más.
Su vida ha cambiado en el último mes, porque el invento que sostiene en sus manos hizo que ganara el tercer lugar del James Dyson Award. Sin embargo, el impacto más grande sucedió cuando más y más personas supieron de su proyecto y lo buscaron para ofrecer apoyo o comprar su producto.
“Ahora siento una responsabilidad de llevar esto al mercado lo más pronto posible. Ya tengo una responsabilidad que cumplir”, explica el inventor mexicano. Aunque ésta no es la primera vez que Rafael, quien es diseñador industrial egresado de la Universidad Anáhuac, desarrolla inventos con papel: desde niño, cuenta, sintió inquietud por armar cosas con sus propias manos utilizando los materiales que estén a su alcance.
Cuando era pequeño, armaba juguetes con madera, pero la primera vez que se sintió emocionado por experimentar con papel fue cuando, estudiando la primaria, su mamá le obsequió un libro de origami; desde entonces no ha dejado de crear cosas con ese material.
Además de las muletas, Rafael creó una startup llamada Paper Alliance, en la cual empezó creando obras de arte de papel; no obstante, lo que busca es incursionar en productos útiles para las personas, especialmente para las de escasos recursos. El nombre del proyecto es Accessible Mobility Orthopedics —también es llamado Amob— y ha enfrentado el escepticismo de la gente.
“Primero no me creen. Si les platico, piensan que es una muleta guanga de papel, pero ya que lo ven, les emociona que la gente tenga acceso. Eso es lo más importante”.
El costo de un accidente
Cuando Rafael estaba en la universidad, tuvo cuatro esguinces de tobillo seguidos: el primero, mientras practicaba artes marciales, y luego intentando viajar en una patineta. Este accidente hizo que usara muletas por más de un mes, lo que además de provocarle incomodidad, lo obligó a comprar aparatos ortopédicos de aluminio convencionales. “Usando muletas ortopédicas auxilares comunes me di cuenta de que el precio es muy elevado para la mayoría de la población. Comprar un par de muletas para usarlas una semana, dos semanas o cuatro meses es imposible para muchos”, explica Riego.
El rango de precios de un par de muletas comunes va desde 300 hasta 3 mil pesos. El material que más se puede encontrar en aparatos ortopédicos es el aluminio, aunque también existen en madera y tienen un costo ligeramente menor.
En cambio, las muletas de Amob tienen un costo aproximado de 40 pesos, y este precio podría reducirse haciendo cambios en el material.
El diseñador cuenta que él pudo comprar muletas convencionales, pero afirma estar consciente de que ese gasto no está al alcance de todos los bolsillos. Por eso, el objetivo de su invento es que sea accesible a prácticamente toda la población, y que además ofrezca características que los aparatos ortopédicos no tienen, como ser ligeros, reciclables y fáciles de transportar.
Además, las muletas desarrolladas por Riego pueden ajustarse al tamaño que requiere el paciente, y con un par de movimientos se transforman en un bastón de apoyo para caminar.
En México, más de 5 millones de personas viven con algún tipo de discapacidad, la más común de ellas es la discapacidad motriz, según la División de Rehabilitación Pediátrica del Instituto Nacional de Rehabilitación.
Una alternativa al aluminio
Hace seis años, Izhar Gafni, un diseñador israelí creó una bicicleta de cartón completamente funcional y cuyo costo aproximado era de 10 dólares. De este modo promovía el transporte mientras usaba materiales reciclables. Ese diseño marcó a Rafael por ser amigable con el medio ambiente.
La ventaja del cartón, comparado con el aluminio, que se usa para fabricar la mayoría de muletas y bicicletas, es que se degrada más rápido.
Este material, al estar conformado de celulosa, puede desecharse en un año, aunque su tiempo de descomposición depende de otros factores, como el ambiente y los materiales que le han sido adicionados.
Por otro lado, el aluminio puede tardar más de 10 años en desaparecer, y una vez que lo haga volverá a su forma de óxido de hierro, que puede ser peligroso para la salud humana.
Además, a menudo contienen pinturas para preservar el material, mismo que aumenta su toxicidad, esto sin mencionar las grandes cantidades de agua necesarias para que el proceso de descomposición se lleve a cabo.
De acuerdo con la organización Greenpeace, la madera es un recurso renovable más ecológico que otros materiales tóxicos. El uso de productos derivados de la madera sostenible, como el cartón o el corcho, puede ser más barato y menos contaminante que la producción de aluminio o hierro; por esta razón, el organismo sugiere dar preferencia al uso de materiales derivados de la manera sobre otros cuya producción puede dañar al medio ambiente.
“La madera es, sin duda, un material más ecológico frente a otros con un proceso de fabricación y eliminación que consume mucha energía y es contaminante, como el cemento, el aluminio”, indica la organización.
Los diseños fabricados con cartón son compactables; es decir, se pueden guardar fácilmente, y una vez que ha finalizado su vida útil también se pueden reutilizar o desechar sin que causen un impacto ambiental durante más de una década.