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Convencido de que su camino es el arte, Miguel Loyola divide su energía entre el trabajo escultórico y las labores del campo, binomio que ha resultado perfecto para su espíritu creativo.
Aunque desde niño se interesó por la creación, Miguel optó por estudiar diseño industrial, luego se fue a trabajar a la Ciudad de México, pero sintió que algo le faltaba y dejó todo para ir a San Francisco, California, a crear sus primeras obras y dedicarse a lo que tanto anhelaba. El plan era quedarse a vivir en aquella ciudad, pero de nuevo algo estaba incompleto, por lo que regresó a la casa donde creció, para reencontrarse con su máxima inspiración: la naturaleza.
Ahí en la hacienda que se mantiene como testigo del origen de la familia Loyola, el joven artista instaló su estudio. “Alteraciones”, “Colisión constructiva” y “2441” son las series que ha presentado en Querétaro. Además de México, ha expuesto en Estados Unidos y China. También es el creador de Avicario, marca de diseño decorativo que ya tiene presencia en 16 ciudades y pronto llegará a León y Guadalajara. Su amor por el Querétaro de antaño, ese donde todos se conocían, lo llevó a impulsar Trámite, proyecto que busca enlazar a la comunidad artística de la entidad y acercar sus obras a coleccionistas y público nuevo.
En medio de una jornada cotidiana, Miguel se dio tiempo para hacer un recuento de su historia, hablar de su futuro y hasta sus obsesiones.
¿Cómo fue tu primer acercamiento con el arte?
Desde niño empecé a querer los materiales y transformarlos, eso en gran medida fue porque siempre he estado rodeado de naturaleza, árboles y animales, hay una sensibilidad en el mundo natural que me inspira.
¿Y por qué llegaste al diseño industrial?
No me veía de abogado o mercadólogo. Estaba en la prepa
y no sabía qué estudiar, mi opción era esperarme hasta encontrar algo con verdadero sentido y leí en una revista del Tec sobre un chavo de diseño que platicaba acerca de unos muebles que hicieron con cartón para una comunidad y con ese proyecto resolvieron una problemática social, y me dije: ‘eso sí me emocionaría hacer’. Así terminé en diseño, me encantó y me ha servido mucho en mi obra, primero porque mis esculturas no se caen (risas) y tengo los conocimientos que me permiten crear esculturas más grandes. Además, el diseño está muy enfocado al usuario, y yo como escultor siempre tengo presente a mi espectador.
En tu familia hay dos personajes muy reconocidos en la política queretana, tus tíos Ignacio (ex gobernador de Querétaro) y Roberto (ex presidente municipal). ¿Nunca te visualizaste en la política?
Somos una familia grande y eso tiene la ventaja de que hay un poquito de todo; de parte de mi papá son 12 hermanos, entonces hay de todas las profesiones. Más que la vocación política yo veo un común denominador en mi familia, que es la pasión por trabajar. Mi papá es apasionado de la ganadería, no le importa llegar tarde a casa porque le encanta su trabajo y esa misma pasión la veo en mi tío Nacho, en mi tío Roberto y en mis otros tíos, cada uno en su profesión.
Tú eres de la idea de que el arte es un agente de cambio. ¿Cómo te ha transformado el arte?
En pensar cómo mi trabajo debe cambiar a los demás, cuando yo digo que el arte es un agente de cambio, es porque creo que mi producción debe generar algo en las personas que lo ven, por supuesto que es muy ambicioso, no digo que lo logre, pero por lo menos quisiera; de ahí es que le doy importancia a quien le estoy hablando y me fijo en cómo lo estoy haciendo, porque si quiero que haya una idea que se siembre en alguien más, debo saber transmitirla.
Luego de cinco años dedicado a la producción artística, ¿en qué etapa te encuentras actualmente?
Creo que todavía estoy, por fortuna, y creo que es en la etapa en la que más quisiera permanecer, en la de la exploración. Me gusta porque mi proceso no sale de la forma, sino que viene desde el fondo.
¿Cómo te ves en el el futuro?
¿Cuándo es el futuro? (risas). Esto es para lo que nací, suena un poco fantasioso, pero cuando alguien me dice: “A lo mejor luego vas a dejar eso del arte”. Yo digo que no, no me veo dejándolo. La producción artística es inherente a mi existencia y así quiero que permanezca.
De los artistas jóvenes que están en Querétaro, ¿a quiénes admiras?
El trabajo de Rafael Rodríguez me gusta mucho, de Gonzalo García también soy fan; Gustavo Villegas y Erika Harrsch me encantan. En la parte de los proyectos nuevos, la Universidad Autónoma con la Dirección de Innovación y Creatividad Cultural está haciendo cosas muy importantes.
¿Qué es lo que más te preocupa como artista?
Si lo preguntas en el sentido de ¿qué me da miedo? Nada, y si me da miedo, procuro que se me olvide, porque es algo que te detiene; la preocupación es contraria a la creatividad. Y ¿qué me preocupa y quiero ocuparme? Por el amor que le tengo a Querétaro, me preocupaba, y ya me estoy ocupando en eso, es en que nos volvamos una ciudad de desconocidos, que no seamos capaces de integrar a toda esta gente que está llegando, por eso me interesa crear una comunidad y lo estamos haciendo con Trámite, que es un proyecto de gestión cultural para presentar el trabajo de diferentes artistas, pero yo no soy un gestor cultural, el camino me puso ahí y hay que hacerlo.
¿Cuáles son tus proyectos para este 2018?
La marca Avicario, que es la línea figurativa de animales y está enfocada a la decoración, la vamos a presentar en León y Guadalajara, estamos ya en 16 ciudades y buscamos nuevos terrenos por explorar. Para mi obra escultórica, hay planes para una residencia fuera del país; y estoy experimentando con nuevos materiales, con obras efímeras de papel y de bambú; también trabajo en una colaboración con el diseñador estadounidense Bradley Clifford. Además estoy con estos proyectos de gestión, nos invitaron a armar la parte de arte en Oriunda (Feria de Diseño), y con Trámite vamos a León y se hará de nuevo en Querétaro, por el mes de noviembre o diciembre.