Este viernes la Academia del Nobel le concedió a la activista yazidí Nadia Murad Basee el premio Nobel de la Paz 2018 por "arriesgar su propia seguridad para combatir con coraje crímenes de guerra y buscar la justicia para las víctimas".
Este es un testimonio que la activista le dio a BBC Mundo en el año 2016 que volvemos a publicar con motivo del galardón que también le fue concedido al médico congolés Denis Mukwege.
Cuando combatientes del autodenomidado Estado Islámico (EI) entraron en la aldea de Nadia Murad en Irak, mataron a todos los hombres, incluyendo a seis de sus hermanos.
Nadia es de la minoría religiosa yazidí, considerada como infiel por los extremistas de EI.
Ella y cientos de otras mujeres yazidíes fueron secuestradas, vendidas y pasadas de mano en mano por hombres que las violaron en grupo. Fueron víctimas de lo que EI llama "yihad sexual".
Aunque Nadia logró escapar se cree que miles de mujeres continúan presas.
El 3 de agosto de 2014, Estado Islámico atacó a los yazidíes en Sinjar, una región en el norte de Irak, cerca de una montaña del mismo nombre. Antes de eso habían atacado lugares como Tal Afar, Mosul y otras comunidades tanto chiitas como cristianas, forzando a sus habitantes a abandonar sus hogares.
"La vida en nuestra aldea era muy feliz, muy simple. Como en otras, la gente no vivía en palacios; nuestras casas eran simples, hechas de barro pero llevábamos una vida feliz, no teníamos problemas", le dijo Nadia a la BBC.
"No molestábamos a la otra gente y teníamos buenas relaciones con todos. Nuestra vida era muy, muy feliz antes de que esto sucediera". Ese día, asegura, 3.000 hombres, ancianos, niños y discapacitados fueron masacrados por Estado Islámico.
Algunos lograron huir y refugiarse en el monte Sinjar, pero su aldea estaba lejos del monte y EI les cortó la salida.
"Rodearon la aldea por unos días pero no entraron. Intentamos pedir ayuda por teléfono y otros medios. Sabíamos que algo horrible nos iba a pasar. Pero no llegó la ayuda, ni de adentro de Irak ni otras partes", explicó.
Muchos yazidíes tomaron refugio en el cercano monte Sinjar, donde fueron sitiados por Estado Islámico.
Después de unos días, EI los acorraló dentro de la escuela de la aldea y allí los mantuvieron, a hombres, mujeres y niños.
"Nos dieron dos opciones: o convertirnos al Islam o morir", explicó Nadia.
Luego, separaron a los hombres, unos 700. Los llevaron a las afueras de la aldea y empezaron a acribillarlos. Entre ellos se encontraban nueve de sus hermanos.
Mataron a seis de ellos con los otros hombres. Los otros tres resultaron heridos pero lograron escapar. "Desde las ventanas de la escuela podíamos ver a los hombres siendo acribillados. Personalmente, no vi a mis hermanos cuando les dispararon. Hasta ahora no he podido regresar a la aldea ni al lugar de las matanzas. No hay noticias de ninguno de los 700 hombres. No tenemos idea de qué pasó con ninguno de ellos", comentó.
"Se llevaron a los niños mayores de cuatro años a campamentos de entrenamiento. Luego, se llevaron las niñas mayores de nueve años. Después se llevaron unas 80 mujeres, todas mayores de 45, incluyendo mi madre. Unos dicen que las mataron, otros que no. Sin embargo, cuando parte de Sinjar fue liberada, se encontró una fosa común con sus cuerpos".
Por su parte, a ella se la llevaron con otras mujeres. En el grupo había unas 150 niñas, incluyendo tres de sus sobrinas menores.
Las dividieron en grupos y las transportaron en autobús hasta Mosul.
"En el trayecto nos tocaban los senos y frotaban sus barbas en nuestra cara. No sabíamos si nos iban a matar o qué harían con nosotras. Pero nos dimos cuenta de que nada bueno nos iba a pasar porque ya habían matado a los hombres y a las ancianas, y habían secuestrado a los niños".
Al llegar al cuartel general de EI en Mosul, encontraron muchas niñas jóvenes, mujeres y menores allí, todas yazidíes. Las habían secuestrado de otras aldeas el día anterior.
Se enteró que, cada hora, los hombres de EI llegaban y seleccionaban algunas niñas. Se las llevaban, las violaban y las devolvían después.
Se dio cuenta que esa sería su suerte también.
Al día siguiente un grupo de militantes de EI llegaron. Cada uno de los combatientes seleccionó a una de las niñas, algunas de entre 10 y 12 años.
"Las niñas se resistieron pero fueron forzadas a irse con los hombres. Las más jóvenes se aferraban a las niñas mayores", contó Nadia a HARDtalk. "Una de ellas tenía la misma edad de mis sobrinas y estaba llorando y se agarraba a mí".
Murad se convirtió en una voz fundamental para entender los abusos cometidos en contra de la minoría yazidí en Irak.
Cuando le llegó su turno, Nadia fue seleccionada por un hombre muy gordo que la apartó y la llevó a otro piso pero, cuando otro combatiente pasó por enfrente, le rogó que se la llevara en lugar del hombre gordo.
Pero eso no cambió las cosas.
"El más delgado me llevo a su lugar, tenía guardaespaldas. Me violó, fue muy doloroso", dijo. "En ese momento me di cuenta de que habría sufrido igual, no importa quién me hubiera llevado".
Ninguno de los hombres mostró clemencia alguna. Todos las violaron violentamente, de forma "inhumana". "Las cosas que nos hicieron fueron horribles.
Las podían retener por más de una semana pero, frecuentemente, las vendían después de un día o inclusive una hora.
Algunas de las esposas de sus hermanos estaban embarazadas cuando las capturaron y dieron a luz mientras estaban prisioneras.
También las llevaron ante su tribunal islámico y las forzaron a convertirse.
Aún existen varias fosas comunes cercanas al monte Sinjar que demuestran la violencia de los ataques de Estado Islámico.
Nadia estuvo 3 meses con el hombre que se la llevó. Durante ese tiempo pudo hablar con algunos de sus secuestradores.
"Les pregunté ¿por qué hacían eso con nosotras?¿Por qué mataron a nuestros hombres? ¿Por qué nos violan violentamente? Me contestaron: 'Los yazidíes son infieles, no son un pueblo de las escrituras. Ahora ustedes son botín de guerra. Se merecen esto, ustedes son infieles. Los yazidíes deben ser destruidos'".
Ninguno de los hombres tuvo compasión con ellas. Hasta sus propias esposas se portaban igual. Aunque la mayoría de los hombres estaban casados, sus familias parecían aceptar lo que hacían, señaló.
En una ocasión, Nadia pidió hacer una llamada telefónica de un minuto porque quería escuchar una voz familiar.
Me dijeron que podía llamar a su sobrino por un minuto pero había una condición:
"Que primero le lamiera el dedo del pie que había recubierto con miel", expresó.
En 2016 fue a una sesión del Consejo de Seguridad de la ONU donde denunció la situación que vivía en Irak.
Muchas niñas en la misma situación se han suicidado, dijo Nadia, pero esa no fue una opción para ella.
"Creo que todos debemos aceptar lo que Dios nos ha dado, sin importar si eres pobre o hayas sufrido una injusticia, todos debemos soportarlo".
Tampoco cuestionó su fe. "Dios estaba en mi mente cada minuto, aun cuando estaba siendo violada".
Nadia intentó escapar la primera vez por una ventana, pero un guardia la atrapó inmediatamente y me puso en una habitación.
Bajo sus reglas, dijo Nadia, una mujer capturada se convierte en un botín de guerra si la atrapan intentando escaparse. La ponen en una celda donde es violada por todos los hombres del complejo.
"Me violaron en grupo. A esa práctica la llaman yihad sexual".
Después de eso no pensó intentar escapar otra vez pero, el último hombre con quien estuvo viviendo en Mosul decidió venderla y se fue a conseguirle unas ropas.
Cuando le ordenó lavarse y prepararse para la venta, aprovechó para escapar.
Muchos de los hombres de la comunidad fueron masacrados por Estado Islámico.
"Golpeé en una casa, una familia musulmana que no estaba conectada con EI vivía ahí y les pedí ayuda. Les dije que mi hermano les daría lo que quisieran a cambio".
Por suerte la familia no apoyaba a EI y la ayudó en lo posible.
"Me dieron un abaya (velo) negro y un documento de identidad islámico y me llevaron hasta la frontera".
Ahora libre, Nadia Murad se ha convertido en una activista viajando por el mundo y haciendo campaña para llamar la atención a la tragedia de los yazidíes.
Ha visitado Estados Unidos, Reino Unido, Europa y algunos países árabes, hablando frente a Naciones Unidas y conociendo a miembros de Parlamentos y líderes mundiales.
No obstante, la respuesta ha sido lenta.
"Todo el mundo sabe lo que es Estado Islámico. Me escuchan con atención pero no prometen nada", indica. "Dicen que examinarán el caso y verán qué pueden hacer pero nada ha pasado todavía".
Después de año y medio, todavía hay niñas y mujeres secuestradas.
La región no ha sido completamente liberada y, en las zonas liberadas, todavía hay fosas comunes que no han sido excavadas.
Nadia espera volver a su aldea para ver qué es lo que queda y conocer el destino final de todos los desaparecidos.
"Juro por Dios que todos estamos tan cansados. Ya va un año y medio desde que esto nos pasó. Nos sentimos abandonados por el mundo", dijo con lágrimas.
"A mi madre la mataron. No tengo padre pues el murió hace tiempo. Mi hermano mayor fue como un padre para mí pero también lo mataron", añadió.
"Le pido al mundo que haga algo por nosotros".
*Este artículo fue publicado en 2016 y fue actualizado con motivo el premio Nobel de la Paz que le fue concedido a Murad esta semana.
bbg