Managua.— Con sangre de poetas, nervios de guerreros y espíritu de atrevimiento, mujeres y hombres nicaragüenses mezclan hartazgo antigubernamental, ansias de libertad, sueños de democracia, esperanzas de progreso, espontaneidad social y realidad política en una Nicaragua convulsa, zarandeada, expectante y de luto.

Son los opositores al gobierno del presidente Daniel Ortega y de la vicepresidenta Rosario Murillo. Hay desde menores de edad, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos hasta estudiantes, obreros, amas de casa, jefas de hogar, desempleados y empresarios quienes ayer, en un nuevo repudio que ya cumplió 120 días de presencia callejera, desfilaron por miles en Managua para fustigar al dúo gobernante —“dictadores”, les dijeron— y lanzar un grito de socorro.

“Auxilio. ¡Que nos ayuden! Ya no aguantamos más”, urgió la nicaragüense Ana Urroz, de 45 años, madre de familia y empleada de una compañía privada, en un clamor sin destinatario al concluir una marcha opositora en esta ciudad que exigió libertad de presos políticos y justicia para muertos, heridos y desaparecidos por la crisis en la que Nicaragua cayó el 18 de abril pasado.

“Por andar hoy, ayer o mañana con blusa azul y blanco, los colores de la bandera de Nicaragua, paramilitares y policías ‘orteguistas’ me pueden acusar de delincuente, terrorista o vandálica. No hay libre expresión”, dijo, al recordar a EL UNIVERSAL que esos colores ahora son símbolo de las fuerzas opositoras. “Sentimos miedo”.

En un acto pacífico, alterado por la fugaz aparición de un pistolero oficialista, quien detonó un arma apuntando al aire al ser identificado en un rincón del desfile, el bloque opositor recorrió suburbios capitalinos y reclamó justicia y libertad para los reos políticos. Según la no estatal Comisión Permanente de Derechos Humanos de Nicaragua, hasta el 30 de julio pasado había 137 prisioneros políticos.

Poesía y protesta. En tierra de poetas, con Rubén Darío (1867-1916) como referente, todo rimó con sencillez en medio del ruido de morteros artesanales. “Que se vaya Daniel/Él y la Chayo/vos también”, porque “de que se van/se van”, ya que “no tenemos presidente/porque es un delincuente.

 

“No queremos militares/queremos hospitales”, reclamaron, como guerreros atrevidos. “Están comprando tanques/y la gente está con hambre”, cantaron a ritmo de rap.

“Salud y educación son primordiales. Las armas no”, adujo el rapero nicaragüense Edwin Nicoya González, quien participó en la marcha con su poesía de protesta.

“Justicia para las madres. No podemos estar viendo morir a nuestros hermanos”, declaró Nicoya a este diario, al mencionar el luto por un número de bajas mortales en la crisis que oscila entre 300 y 448, según organismos no estatales de derechos humanos, mientras el gobierno de Ortega reconoce 198.

Lo que inició hace 126 días como rechazo masivo a una reforma a la seguridad social derivó en protestas para exigir democracia, el final de la represión oficialista, la renuncia de la pareja gobernante y el anticipo de elecciones de 2021 a 2019, en un escenario de transparencia, libertad y honestidad.

Ortega ha negado que sus fuerzas repriman a la población; descarta dimitir y adelantar comicios y acusó a los opositores de golpistas y terroristas aliados a la derecha en contubernio con Estados Unidos para derrocarlo.

“Ortega es un dictador y perdió control de policías y paramilitares”, reprochó la nicaragüense Brenda Pérez, de 40 años, madre soltera de dos hijos y administradora de una empresa privada. Consultada por este periódico, y al recordar que uno de sus hijos huyó este mes a Costa Rica por la represión, sentenció: “En Nicaragua está viciado todo lo que es del Estado”.

“Protestar no es malo”, asegura la nicaragüense Diana Rivera, de 17 años, estudiante de secundaria y de Managua. “Si seguimos con este gobierno, lastimosamente vamos a la miseria”, advirtió.

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