Para un niño, los viajes son otra manera de romper la rutina, descubrir cosas nuevas y vibrar con un cúmulo de emociones. Ellos tienen mayor capacidad de adaptación, si los comparamos con un adulto, así que cada tour les resulta gratificante.
Fernanda Viramontes, gerente de ventas y operaciones de Live&Learn de Mundo Joven, señala quel mejor momento para fomentar este hábito es a temprana edad porque, además de conocer nuevos lugares, se abre la mente y se favorece el intercambio cultural.
“Si viajan en familia, se fortalecen sus lazos, se genera mayor comunicación y se fomenta el trabajo en equipo. Si es individual, mejora la autoestima, genera independencia, motiva la toma de decisiones e impulsa el desenvolvimiento social”, indica la experta.
Por su parte, Xóchitl González Muñoz, directora del centro de atención Psicología para niños, agrega que hay diferentes impactos, por lo general todos positivos, de acuerdo con el viaje y la edad del infante. Como beneficios emocionales se identifica un autoconocimiento y reconocimiento, en lo individual, familiar y colectivo.
“Cuando salen a explorar el mundo, se validan más las emociones y decisiones de los niños que, en teoría, debe ser a diario, pero estamos tan sumergidos en rutinas que no es fácil ponerlo en práctica. En las vacaciones, estamos abiertos a una escucha atenta hacia el otro”, señala.
Asegura además que desde el punto de vista conductual, un viaje brinda la oportunidad de resolver conflictos y se materializan las habilidades y fortalezas.
El impacto y el significado de conocer otro destino turístico será diferente en cada edad. Pero, ¿en qué momento se debe inculcar el hábito turístico para que se desarrollen estos beneficios?
“La mejor etapa para comenzar a trotar por el mundo es a los cuatro años, cuando se tiene una mayor autoconciencia y se reflexiona más sobre el entorno. Sin embargo, a partir de los dos o tres años, el pequeño va a comprender, a través de nuestras enseñanzas, que al subir a un avión o camión no tiene que gritar y debe respetar los espacios de los demás.
Por su parte, Viramontes considera que no hay una edad indicada para que los pequeños viajen junto a sus padres.
“Cuando se trata de que los niños vivan la aventura sin la compañía de un adulto, la edad mínima recomendada para que un pequeño viaje es a partir de los ocho años; aunque, por la experiencia que tenemos, sabemos que a los 12 lo disfrutan más”, asegura la vocera de Mundo Joven.
No obstante, la psicóloga González Muñoz enfatiza la importancia de identificar los recursos psicológicos que tiene cada menor. En el caso de un niño que no se muestre autónomo y no ponga en práctica su independencia, es probable que presente problemas durante el tour.
Las especialistas coinciden en que, cuando nuestros hijos turistean desde pequeños, sobre todo si van a campamentos o intercambios, crean un red internacional de amigos, respetan otras culturas y acumulan experiencias multiculturales.
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