Donald Trump volvió a desatar un terremoto en la Casa Blanca: presionado por todos lados y tras varias disputas internas, Steve Bannon, el polémico jefe de estrategia de la Casa Blanca, fue despedido. Y no se fue en silencio: “La presidencia de Trump por la que peleamos, y ganamos, terminó”, lanzó.
Poco después de que la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Huckabee Sanders, anunciara que “el jefe de gabinete John Kelly y Steve Bannon decidieron de mutuo acuerdo que hoy (viernes) fuera el último día de Steve. Agradecemos su trabajo y le deseamos lo mejor”, se difundió una entrevista de Bannon con The Weekly Standard, en la que hizo la explosiva afirmación sobre la presidencia Trump, advirtiendo a la base de éste de la posible moderación del gobierno sin él dentro del círculo. “Su habilidad para conseguir algo, particularmente las cosas grandes como el muro, las cosas grandes y amplias por las que luchamos, van a ser mucho más difíciles”, aseguró.
Bannon prometió escrutar que todo lo prometido se cumpla. Lo hará desde Breitbart, el portal digital de ultraderecha que lideraba antes de convertirse en uno de los agentes políticos más importantes e influyentes de Washington y al que volvió la misma tarde que terminó su trabajo en la Casa Blanca.
El último mes ha sido una pesadilla para Trump, con crisis y derrotas acumulándose en su despacho.
El recuento de víctimas en términos de personal de la Casa Blanca es significativo: en los últimos 30 días han abandonado el barco (de una forma u otra) cuatro altos cargos de la administración, incluidos el jefe de gabinete, el portavoz, el director de comunicación y, ayer, el jefe de estrategia. La salida de Bannon era más que esperada. Su figura heterodoxa y envuelta en controversia constante era tóxica, especialmente por su perfil adulador del nacionalismo blanco y el proteccionismo económico que promulgaba.
La llegada del general John Kelly al puesto de jefe de gabinete ha sido clave para la limpieza y recomposición del equipo de la Casa Blanca. El antagonismo de los perfiles de Kelly y Bannon no auguraba un final diferente para su relación; el militar, al frente de la gestión de una administración sin rumbo, recomendó al presidente deshacerse de la toxicidad de Bannon. Tras una breve reflexión, aceptó y lo despidió.
Las versiones de cómo sucedió todo divergen. Los allegados a Bannon aseguran que presentó su dimisión hace más de una semana, y que quería hacer coincidir su salida de la Casa Blanca con el aniversario de su entrada en el equipo de campaña del magnate. “Nunca quise quedarme más de un año”, aseguró a The Weekly Standard.
Desde la Casa Blanca, la historia es diferente. De hecho, no es baladí relacionar la salida de Bannon con la crisis generada tras los hechos racistas en Charlottesville y la nula gestión y tibieza de la situación del presidente Trump, incapaz de condenar el supremacismo blanco, el neonazismo y el Ku Klux Klan, ideología que respalda a Bannon.
Antes de eso, la posición de Bannon ya colgaba de un hilo. A Trump nunca le gustó que su jefe de estrategia, el mismo que consiguió lo imposible y lo colocó en el Despacho Oval adaptando el populismo trumpista a una ideología apetecible para sectores de la ultraderecha y obreros desencantados con la recuperación económica, estuviera siempre en el foco mediático, incluso quitándole protagonismo.
Sus discursos más recordados, aquellos de lenguaje más oscuro y tenebroso, tenían la huella de Bannon. Algunas de las medidas más impopulares, como el veto a migrantes o la salida del Acuerdo Climático de París, fueron básicamente ideas redactadas por el jefe de estrategia. “Veremos qué pasa con el señor Bannon”, dijo Trump el martes, síntoma nada halagüeño que se confirmó ayer.
Las declaraciones de Bannon contradiciendo a Trump sellaron el fin. Bannon afirmó que el mandatario no convertiría en hechos su “retórica incendiaria” sobre Corea del Norte, lo que disgustó al mandatario.
El legado de Bannon, sin embargo, está lejos de irse de la Casa Blanca. Sus políticas y visión del mundo van a quedarse, ya que son la base que permitió que Trump ganara las elecciones. Curiosamente uno de los cabecillas del grupúsculo de “liberales pseudo-demócratas” tan criticados por Bannon es el yerno del presidente, Jared Kushner, uno de los múltiples enemigos íntimos del ex jefe de estrategia.