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Cuando una estrella llega al final de su vida, explota. Si la estrella es grande, el tamaño del estallido puede alcanzar una gran magnitud. Lo que queda después de la explosión es siempre un objeto fascinante.
La estrella de Belén pudo haber sido la explosión, lo que quedó de ella, o ninguna de las dos cosas, pero siendo una leyenda no estaría mal que se tratara del objeto más luminoso del cielo en su totalidad. Se ha buscado en vano algún fenómeno astronómico que aporte a la veracidad y sea referente de la historia que se relata:
“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle”. Mateo 2, (Reina Valera 1960).
Los astrónomos han buscado en los registros históricos la aparición de una supernova, pero hasta ahora no se ha encontrado notificación de tal fenómeno, en esos tiempos. Las supernovas son la explosión de una estrella grande cuando el combustible que la sostiene se agota. En su fase final, las estrellas que son 10 o 20 veces mayores a nuestro Sol, han producido tantos elementos químicos pesados que al colapsar producen el gigantesco estallido. Este colosal evento deja tras de sí una estrella de neutrones tan densa que bien se la puede considerar como un inmenso núcleo atómico.
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