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La resaca del último escándalo del Rusiagate tuvo los síntomas esperados: declaraciones de inocencia y desconocimiento por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a pesar de que esta vez el daño tocó en su núcleo más directo: su hijo.
La administración Trump todavía no ha demostrado la capacidad de asumir errores y esta vez no iba a ser menos con la crisis desatada por un Donald Trump Jr. que expuso públicamente y por voluntad propia que estuvo dispuesto a colusionar con el Kremlin en las elecciones.
“Es abierto, transparente e inocente”, calificó el magnate a su primogénito a través de Twitter. Como siempre, la culpa de todo el escándalo fue de la prensa, altavoz de la “mayor caza de brujas de la historia política”.
La Casa Blanca, un día más, se aferró a la defensa de que la reunión entre Donald Jr. y una emisaria rusa no fue tan importante como la pintan los medios de comunicación, aunque él de forma explícita se mostró “encantado” de aceptar “información nociva” sobre Hillary Clinton.
“Cualquiera habría aceptado esa reunión”, dijo el presidente en una entrevista con la agencia de noticias Reuters, potenciando el aura de inocencia y buena fe con la que justificar el encuentro. Pero, por si acaso y en la misma entrevista, el presidente aseguró que no supo nada del tema “hasta hace dos días”, cuando el huracán ya era imparable. Los rumores apuntan, sin embargo, a que Trump estaba enterado desde el sábado, cuando personalmente habría dado su aprobación a la primera versión de la polémica reunión que fue explicada al público para frenar la sangría que se auguraba.
De nada sirvió: en tres días la mentira se descubrió hasta provocar la difusión de los correos electrónicos incriminatorios. La duda implantada ahora en Washington es si Donald Jr. cometió un acto ilegal: mientras el abogado del presidente asegura que no, algunos críticos de la administración creen que podría haber violado la ley electoral al recibir ayuda del extranjero —en este caso, información—.
En tanto, anoche la cadena de noticias CNN difundió un video de 2013 que muestra a Trump cenando y conversando animadamente con el multimillonario ruso Aras Agalarov, su hijo cantante de pop Emin y el publicista de éste, el británico Rob Goldstone, el mismo personaje que ofreció a Donald Jr. la reunión con una abogada rusa que ha desatado este nuevo escándalo.
CNN lo presentó como “nuevos detalles sobre la cálida relación” entre Trump y la familia Agalarov.
Por su parte, el diario Washington Post publicó que el presidente habría estallado en furia con su equipo por la incapacidad de contener la controversia, mientras The New York Times señaló que la ira de Trump tiene como blanco principal al jefe de sus abogados, Mac Kasowitz. Para el portal especializado en política The Hill, la Casa Blanca atraviesa “su peor crisis” hasta ahora.
Mientras tanto, el Senado empezó ayer las audiencias de confirmación del nominado a nuevo director del FBI, Christopher Wray, quien supliría al fulminado James Comey por la forma en la que investigó “la cosa rusa”, en palabras del presidente.
Wray, con el guión aprendido, juró que su lealtad no es al presidente sino a la Constitución, y aseguró que dimitiría antes que realizar una investigación de forma indebida.
En medio de la vorágine, Trump despegó hacia París, donde el viernes participará en las celebraciones del día nacional de Francia.