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Adriana y Alejandra son dos muy buenas amigas que unieron sus caminos gracias a la búsqueda en común del método de la Ashtanga yoga, que descubrieron de la mano de los monjes hindúes, durante una travesía que realizaron hacia los Ganges y el Himalaya, en la India.
A partir de esa enriquecedora experiencia, planearon la edificación del centro de bienestar integral en Querétaro, Ashtou yoga, con el objetivo de que cualquier persona pudiera encontrar en la ciudad un nicho para nutrirse, tanto física como mental y espiritualmente.
“No existía un lugar como los que hay en la India, donde se puede practicar el yoga todos los días. Cuando entiendes que esta disciplina no sólo se trata de hacer ejercicio, sino que es algo que llega a ti para siempre, te das cuenta de que necesitas un espacio en el que puedas realizarlo todos los días”, señala Alejandra.
Fue así que dieron vida a un lugar especial en donde se practica el método de ashtanga, creado por K. Pattabhi Jois, hace más de 100 años, así como el alineamiento restaurativo, que es una disciplina que permite liberar la obstrucción de las cadenas de movimiento, para alinear la columna vertebral.
Bajo una decoración tradicional, en la que destaca una pintura de un frondoso árbol de la vida sobre la pared y mandalas de diferentes colores, las amigas y socias dispusieron una sala exclusiva para la meditación, que está abierta para cualquier momento del día.
Asimismo crearon Prana, una cafetería con especialidades de la cocina vegana, que está enfocada en la preparación de comida fresca, natural y alcalina. Este centro sirve también como marco para talleres de trofología, que es la ciencia que estudia la buena combinación de alimentos y los hábitos más saludables.
La inquietud de ambas yoguis comenzó desde hace varios años, ya que Adriana recuerda que su principal motivación fue aliviar un dolor periódico que afectaba todo su cuerpo, y fue hasta que conoció este método que pudo transformar su padecimiento desde la raíz.
“Detrás de un dolor físico, hay un dolor en el alma”, asegura y afirma que físicamente ha cambiado y se ha vuelto más consciente y sensible del espacio y tiempo que habita.
Por su parte Alejandra comparte que la práctica del ashtanga yoga no sólo le ayudó a sanar luego de la pérdida de un ser importante, sino que desde hace seis años, dio un giro completo a sus hábitos.
“Siempre fui una persona de ejercicio, había escuchado mucho del yoga, pero la verdad no era mi momento, y por circunstancias de la vida tomé una clase y recuerdo que en aquella ocasión estaba pasando por una situación difícil porque mi papá acababa de morir. En esa clase algo cambió y sentí que era algo más profundo, más allá de la parte física; me enganché tanto que terminé haciéndolo diario y mis demás actividades quedaron paralelas a esta, así fue como se convirtió en un estilo de vida”, relata.