Catherine Meurisse había tenido una pesadilla. Por eso no oyó el despertador y llegó tarde a la reunión editorial de Charlie Hebdo de aquel 7 de enero de 2015.

Antes de entrar a la redacción, el sonido de los disparos la paralizó. Acababan de matar a 12 personas. “No llegué a ver los cuerpos de mis compañeros, pero sí oí los kalashnikov”, recordaba el jueves la dibujante en el Instituto Francés de Madrid.

Meurisse salvó la vida en uno de los atentados yihadistas más impactantes de este arranque del siglo XXI, pero a consecuencia del trauma perdió dos de las cosas más importantes para ella: la memoria y la capacidad de dibujar. Lo que sentía los días anteriores al 7 de enero se habían borrado de su cabeza. No era capaz de rellenar una viñeta. No podía concentrarse, ni siquiera leer una línea de un libro.

La rabia la asfixiaba. Rabia hacia los dos asesinos, los hermanos Cherif y Said Kouachi, que atacaron la revista en castigo por sus bromas sobre el Islam. Pero rabia también contra el mundo que la rodeaba. “Yo estaba muy exasperada con el movimiento Je Suis Charlie”, explicó: “Ahora entiendo que la gente sólo quería demostrar solidaridad, pero en ese momento tenía la impresión de que no comprendían lo que era una revista satírica como Charlie. Nos convertían en un símbolo y no lo éramos. Yo me preguntaba si toda esta gente dice: 'Je suis Charlie' (‘Yo soy Charlie’), ¿entonces quién soy yo?”.

Para recordar quién era, Catherine Meurisse comenzó un proceso de recuperación, reflejado en el cómic La levedad (Impedimenta, 2016), que ha resultado un éxito en Francia.

Meurisse retrató los días posteriores al atentado, el acoso de la prensa, las visitas a los compañeros heridos, el sentimiento de culpa del superviviente, la elaboración del número de Charlie Hebdo dibujado por los supervivientes pero, sobre todo, se centró en su lucha por recuperar la capacidad de expresarse.

Meurisse abandonó París y se tomó un tiempo recorriendo las playas de Bretaña y los museos de Roma. Fue en esa combinación de belleza natural y artística en donde encontró el impulso para continuar con la vida.

“En esta etapa he descubierto el papel de la belleza y la cultura en nuestras vidas”, contó ahora. “Tras el atentado estaba en un estado de gran fragilidad, pero también muy receptiva. Era como si tuviera los ojos muy abiertos y todo me impactara”.

El proceso de recuperación no fue sencillo e implicó recaídas, hasta que comenzó a sentir que algo cambiaba. La prueba de su restablecimiento la tuvo el 13 de noviembre de 2015. Tras los atentados de la noche del Bataclan, de nuevo en París, con 129 muertos a manos del Estado Islámico, Meurisse se encerró a dibujar.

Pasó dos días ilustrando una sola escena: a ella en mitad de una oscura sala del Louvre contemplando un cuadro de Caravaggio que iluminaba todo el espacio.

Meurisse ha dejado la revista y ya no dibuja sobre actualidad política. “Decidí que necesitaba alejarme de esos recuerdos y de debates como el de la libertad de expresión”, comentó con una sonrisa triste: “Había trabajado en Charlie desde la universidad. Lo hacía para reírme y hacer reír a mis compañeros, que eran grandes artistas, como Cabu, Charb, Wolinski... Ellos ya no están, y seguir dibujando en Charlie no tiene sentido para mí”.

Ahora se siente fuerte. “Pero continúo viviendo con esta melancolía y esta pena”, dijo “Pienso en mis amigos todos los días; hoy con un poco menos de sufrimiento. Este drama me acompañará toda la vida. Cuando lo pienso, aún no me lo creo: mataron a esa gente por dibujar”.

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