Una planta milenaria y olvidada por los artistas mexicanos vuelve a la vida por segunda vez en la Casa de la Alegría, una galería de arte en el Centro Histórico de Querétaro, donde Florián López, pintor desde hace 40 años, transforma guajes en pequeñas “Victorias”.
“Llamé a mi proyecto así, ‘Victorias’, porque lo que hago es rescatar una planta olvidada por todos, una pieza que ahí ha estado desde hace muchos años y que yo me puse a pintar”, explica el pintor.
El artista, originario del estado de Tamaulipas, llegó a Querétaro dese hace tres años con una propuesta innovadora que recupera la mexicanidad y la pone al alcance de todos.
Un cultivo tan sencillo como el guaje, casi siempre utilizado para tomar agua o formar nidos para pájaros, en las manos de Florián se convierte en un colibrí, una sirena, árboles, peces, un par de enamorados sosteniendo la luna o una hermosa doncella tratando de atrapar el sol con los brazos.
“Mis artesanías tienen siempre toques mexicanos, colores, flores en el cabello, símbolos del día de muertos, que cuando alguien lo vea piense en México completamente”, refiere López.
“El guaje como cultivo antiguo ha perdido terreno con todo el asunto de la alfarería, cerámica, peltre, vidrio y ahora con el asunto de los plásticos, entonces muchos jóvenes no lo conocen. Por eso cada una de estas obras es una victoria porque estoy rescatando este cultivo”, señala el pintor.
Estos guajitos, como los llama el artista, ya han recorrido todo el país e incluso el extranjero, como regalos tradicionales de México.
“He decorado más de 500 guajitos en tres años. A decir de mis clientes, la mayor parte de las piezas las envían fuera de México como regalos originales mexicanos, han llegado al menos a 15 países como regalos, como recuerdos de este país”, destaca.
Luego de 40 años de pintar sobre una superficie plana, Florián inició un nuevo reto: pintar en tres dimensiones.
“Decidí que mi aportación para Querétaro era mi trabajo de los guajitos porque pintores tradicionales ya hay muchos”, señala.
La historia de este pintor y sus guajitos comenzó en el año 2001, cuando Florián decoró el Centro Cultural de Boulder, en el estado de Colorado; ahí conoció a una familia que cultivaba guajes, y por la nostalgia de recordar a su padre bebiendo agua en un recipiente hecho con este cultivo fue que decidió comprar y decorar 40 de estas piezas.
“Ese día decoré 40 piezas al mismo tiempo que se inauguró mi mural en el estado de Colorado. Vendí todos, afortunadamente les gustaron mucho los guajitos decorados a las personas que asistieron. Vendí todos a excepción de uno que conservo aquí y que, prácticamente, le arrebaté a un paisano porque yo quería tener un precedente de ese momento”, recuerda el pintor.
Y así lo hizo. El tesoro más preciado entre su colección de guajes decorados, muestra la imagen de una joven gimnasta realizando ejercicios, sus brazos y piernas se estiran sobre lo largo y ancho del cultivo pintado con tonalidades verdes. Una sola imagen en tercera dimensión que no puede verse desde un sólo plano.
Después de aquel acto revelador en el 2001, Florián dejó pasar casi 14 años para volver a usar esa técnica porque al regresar a México, al sur de Tamaulipas, la tarea de encontrar guajes le resultó casi imposible. Con el paso de los años, sin que Florián los buscara, los guajitos volvieron a él. Poco a poco los encontraba en los mercados, en festivales, e incluso se encontraba con vendedores de guajes que aparecían en su camino; entonces la pasión por decorar guajitos regresó y no ha parado desde entonces.
“Cuando yo regreso a México no encuentro guajes en la zona en la que yo vivía, después me voy a vivir a Ciudad Victoria y empiezo a encontrarlos en distintos mercados, pocos, pero han sido suficientes para armar el proyecto que denomino ‘Victorias’. Hasta ahora he pintado guajitos de San Luis, de Tamaulipas, de Hidalgo, Veracruz, Morelos, Michoacán, Guanajuato. Las propias personas generosas llegan con tres, cinco o 10 guajitos en su bolsa y me los venden”, señala.
Durante los últimos tres años, el pintor prácticamente ha vivido de la venta de guajes decorados. Sus figuras han cautivado a queretanos y turistas a pesar de que las artesanías no son baratas. Los guajitos decorados por Florián cuestan entre 300 y 2 mil 500 pesos.
“La gente compra mis guajitos porque sabe que son piezas únicas”, dice Florián, desde que inició y registró el proyecto “Victorias”, como idea original, ha optado por respetar sus tiempos y fabricar piezas irrepetibles, por ello no piensa acelerar el nivel de producción o depender de intermediarios para distribuir esta artesanía.
“La gente lo compra porque sabe que son piezas originales. Lo que no hago es multiplicar la artesanía de otros, no hago por ejemplo, lo que hacen los huicholes, ellos tienen su propio mundo que yo desconozco. Quien compra uno de mis guajitos sabe que la pieza es única, creo que la persona a la que le gusta el arte merece eso y se lo podemos dar”, precisa el pintor.
“Hasta ahora, mi distribución ha sido la venta directa, como son obras originales que sólo yo trabajo y además tengo pocas piezas, yo no me puedo comprometer a hacer cierto número de piezas, prefiero garantizar que la obra lleva mucha dedicación”, refiere.
Para garantizar el abasto de guajes con los que Florián pueda trabajar, el artista regala semillas a las personas que quieran cultivar y se compromete a comprarles los guajitos que resulten del cultivo.
Hace tres años Florían López tuvo la opción de vivir en Estados Unidos o en Querétaro. La cercanía con sus hijos y nietos que viven en la capital desde hace 12 años, lo hicieron decidirse por Querétaro, y en palabras del artista, fue la mejor opción que pudo tomar.
Describe a Querétaro como una tierra fértil para los artistas, pues a pesar de la competencia “hay oportunidad para todos”.
“Definitivamente Querétaro es una oportunidad para los artistas. En donde yo viví muchos años, en el estado de Tamaulipas, la situación es terrible, no sólo los artistas no podemos vivir sino la gente en general batalla mucho por la inseguridad. Querétaro es un lugar de oportunidades desde luego, pero hay que hacer la talacha, hay que trabajar”, cuenta el muralista tamaulipeco.