Sonia Ledesma comenzó hace 20 años a crear dulceros y centros de mesa para las fiestas de cumpleaños de sus hijos, pequeños detalles para adornar su hogar, figuras, bordados, adornos en general; sin embargo, desde hace algunos años se ha convertido también en fuente de su sustento.
Además, de la mano del municipio de Querétaro, en conjunto con la Cámara Nacional de Comercio local, actualmente forma parte del programa Con Ellas, con el cual aprendió a darle el valor que tiene su trabajo y sumar conocimientos que le permitan potencializarlo.
“Estoy tomando una clase padrísima que están dando en el programa Con Ellas, que se llama Los siete pilares para un negocio exitoso que lo brinda Canaco, es increíble porque ya lo ves de otra manera, porque yo no sabía cómo darle valor a mi trabajo, cómo ofrecerlo, por ejemplo, yo no conozco de redes sociales, yo me ayudo con mis hijos.
Para mí la tecnología se me hacía muy difícil pero ya empecé, porque también en Canaco ya empezaron a enseñarnos, mi proyecto se llama La Casita de Hannia y aún me falta subir muchas cosas, pero ahí voy”, comenta Sonia.
Ahora, además planea sumar otro producto más enfocado para los peludos de cuatro patas.
“Sigo vendiendo los centros de mesa, tengo en mi cabecita hacer camitas para perros, porque todo mundo ama a sus perros y empecé con el proyecto de una caja de juguetes (para perro), pero no me puedo quedar quieta, si no tengo pedidos, yo me pongo a trabajar, ya tengo (incluso) productos para el Día del Padre y me pongo a crear cosas”, señala.
Cuando su familia y amigos comenzaron a notar sus creaciones y le empezaron a pedir que hiciera cosas para ellos, Sonia reconoció en este pasatiempo una oportunidad de negocio que hoy lleva más de 11 años y que le ha permitido a sus hijos tener una carrera profesional.
Aunque sus creaciones desde el principio fueron reconocidas por su calidad, Sonia sabía que debía prepararse para hacerlo mejor y en cuanto se vendieron sus primeros productos comenzó a buscar cursos de capacitación en distintas materias, desde pintura country, bordado en listón, chocolatería, bombonería, entre otros.
“Pero todo lo hacía para mi casa, después, cuando empecé a hacer fieltro, fue algo bien chistoso porque hice un juego de baño y vino mi cuñada y me dejó dinero y se llevó el juego de baño sin decirme, vino mi hermana, hice otro para mí y se lo llevó y entonces yo dije: haciendo esto puedo hacer lana y empecé a hacer cosas, pero me daba mucho miedo porque no confiaba en mí, en que me quedaban bonitos, entonces empecé a tomar cursos y a medida de que fui aprendiendo más cosas nuevas, me fui haciendo mejor en lo que hacía”, recuerda.
Sin embargo, fue hace 11 años, cuando el esposo de Sonia partió hacia Estados Unidos, cuando sus creaciones se volvieron una oportunidad para seguir sosteniendo a su familia.
“Fue hace como 20 años cuando comencé mis pininos y ya cuando empezó como negocio fue hace como 11 años, cuando se fue el papá de mis hijos a Estados Unidos, se fue porque debíamos un dinero y yo me quedo sola y entonces empecé con una amiga, tenía una amiga que tenía una máquina y me dijo: ayúdame a cortar unas piezas (de madera) y yo no sabía utilizar la máquina, ella me enseñó a cortar”, relata.
Recuerda que su primer negocio fue un curso que impartió en la Secundaria General No. 1, donde le pidieron a los padres de familia que tuvieran alguna habilidad, que pudieran enseñarla a los estudiantes y fue así como Sonia comenzó dando clases a alumnos de secundaria y obteniendo recursos con sus creaciones.
Aunque la realización de eventos dejó de hacerse con la pandemia, halló una nueva oportunidad de emprender y fue así como empezó a dar masajes, otro de los proyectos que forma parte de su negocio.
“Mis hijos son un orgullo para mí, porque a pesar de todas las carencias que han vivido, han aprovechado cada peso que se les ha dado (...) La mayoría del dinero lo manda su papá, pero te puedo decir que gracias a esto, no les ha faltado nada, no les ha faltado de comer y los tres me han ayudado, los tres saben pintar, los tres saben cortar”, comenta mientras comparte que sus hijos heredaron su creatividad.
Hoy la casa de Sonia se ha convertido en un pequeño museo en el que las paredes resguardan prácticamente cada una de las obras que ha realizado, en su mayoría, personajes y figuras cortadas en madera aglomerada. La ambición y las ganas de seguir preparándose han llevado a esta jefa de familia a sumar conocimientos que hoy le han permitido ofrecer nuevos servicios y productos