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Para Liette Casiano Marín, los sabores son más que ingredientes; son recuerdos que conectan a las personas con su pasado. Con su marca Paradise Organique, ha logrado embotellar esas memorias en forma de mermeladas y conservas, fusionando la sofisticación de la cocina francesa con los sabores cálidos de Tequisquiapan. Cada frasco cuenta una historia y cada mezcla evoca un momento especial.
Liette recuerda con cariño los desayunos de su infancia, cuando el dulce de la mermelada de fresa sobre un hotcake llenaba su hogar de aromas reconfortantes. Hoy, ese recuerdo ha cobrado vida en su mermelada de fresa con jamaica. “Todos nuestros productos están basados en recuerdos”, dice Liette, quien cree que cada sabor puede transportar a un lugar especial.
La mermelada de pasilla con vino es otro ejemplo de esta conexión emocional. Inspirada en el mole, logra un equilibrio perfecto entre lo dulce y lo especiado. “Me gusta el mole, pero no tan picoso”, confiesa, buscando llevar al paladar un viaje suave y lleno de matices. Así, sus mermeladas y conservas son una combinación única de técnica y sentimiento.
La nostalgia juega un papel crucial en la creación de sus mermeladas. Liette busca evocar sabores de su infancia, donde cada bocado es un recordatorio de los momentos compartidos con su familia. “Esos sabores son la base de mi inspiración”, afirma, y cada receta está diseñada para resonar con quienes han experimentado esos mismos instantes de alegría y calidez, pero que al mismo tiempo pueden ser comunes para todos nosotros.
Tequisquiapan, su fuente de inspiración
Tequisquiapan, con sus paisajes y huertos, es fundamental en esta historia. Los ingredientes, desde fresas hasta jitomates deshidratados, provienen de productores locales. “Tratamos de que casi todo venga de aquí”, afirma Liette, reflejando su compromiso con lo local y la comunidad. Esta conexión con el entorno se siente en cada frasco.
Cada frasco de Paradise Organique es el resultado de un meticuloso proceso en el que Liette y su familia trabajan juntos. La cocina se convierte en el corazón del negocio. “Es un esfuerzo familiar”, explica Liette, y esa unión se siente en cada producto, que lleva consigo el amor y la dedicación de quienes lo elaboran.
Liette también se preocupa por la sostenibilidad. Al utilizar ingredientes frescos y locales, su marca no solo respeta el medio ambiente, sino que también apoya a los productores de la región. “Buscamos que nuestra producción sea responsable”, dice, resaltando el impacto positivo que su trabajo tiene en la comunidad y el entorno.
Para Liette, compartir sus productos es una forma de conectar con las personas. “Quiero que al probar mis mermeladas, la gente sienta algo, que recuerde momentos especiales”, expresa. Cada degustación es una oportunidad para que los sabores despierten emociones, y de esa manera se crea un fuerte vínculo único entre el producto y el consumidor.
Además, destaca que la colaboración con los productores de Tequisquiapan es esencial para la filosofía de Paradise Organique. Liette valora profundamente el trabajo de estos agricultores, ya que su dedicación y esfuerzo permiten que cada frasco esté lleno de ingredientes frescos y de calidad. “Es un privilegio poder trabajar con ellos y aprender de su pasión”, dice Liette, subrayando la importancia de construir relaciones que beneficien tanto a la comunidad como a su negocio.
Una experiencia para la memoria
Paradise Organique no ofrece solo un producto, sino una experiencia sensorial. Liette busca que cada bocado sea un viaje hacia momentos llenos de significado. “Los sabores son un puente hacia el pasado”, reflexiona, celebrando las memorias que nos hacen quienes somos y cómo esos recuerdos se entrelazan con cada frasco.
Con la mirada puesta en el futuro, Liette planea expandir su línea de productos y explorar nuevas combinaciones de sabores. “Siempre estoy buscando innovar y mantener la calidad”, asegura. A medida que Paradise Organique crece, su compromiso con la conexión emocional con sus clientes permanecerá como el corazón de su misión.
Liette también considera que la memoria se construye a través de los ingredientes. Cada fruta, cada especie, trae consigo un relato que se entrelaza con la historia personal de quienes las consumen. “Cada vez que alguien prueba mis productos, espero que recuerde no solo los sabores, sino las historias de su propia vida”, añade, enfatizando la importancia de la conexión emocional que los alimentos pueden generar.
No es sencillo, porque el recrear sabores comunes parecería fácil, pero aunque son sabores que todos conocemos, como el del ponche que se parece a su mermelada de canela y manzana, que nos lleva a las épocas navideñas, pero que al final necesita del un ingrediente muy personal para llevarnos a cada uno a ese recuerdo, el de tomarse un ponche caliente en el común invierno navideño.
Con la mirada puesta en el futuro, Liette planea expandir su línea de productos y explorar nuevas combinaciones de sabores. “Siempre estoy buscando innovar y mantener la calidad”, asegura. A medida que su negocio crece, su compromiso con la conexión emocional con sus clientes permanecerá como el corazón de su misión.