Casi un año y siete meses antes de la pandemia, abrió sus puertas la panadería Panfilia, en el centro de la ciudad; apenas comenzaba a colocarse en el gusto de sus clientes, cuando la contingencia sanitaria lo cambió todo.
Hoy, a más de dos años de la crisis sanitaria, se convierte en uno de los negocios que logró superar el Covid-19.
Daniela Ángeles es sicóloga, pero un acercamiento con un curso de panadería la adentró a este mundo y cambió su ocupación. Conocer los procesos de elaboración del pan la hicieron desarrollar nuevas habilidades y una nueva pasión.
“Aprendí y me gustó [hacer pan], vi que era hábil, se me hizo muy fácil, me quedé en esa panadería, después me fui a trabajar como sicóloga, pero lo extrañaba [elaborar pan]”.
Al darse cuenta de que añoraba regresar a la panadería, optó por recurrir a sus ahorros y se asoció con un amigo que tenía gusto por el café. Lo que para muchos es la combinación perfecta: café con pan, para Daniela se volvió en una oportunidad para emprender y retomar el oficio que tanto le gustó.
“Juntamos nuestros ahorros y lo abrimos. Empezamos súper básicos, sin cafetera, sin batidora, con un horno pequeño, pero poco a poco hemos ido sumando clientes y nos hemos podido equipar mejor”, detalla.
Previo a la pandemia, el negocio comenzaba a posicionarse y entre los compradores ya se reconocían rostros de clientes frecuentes, las cosas marchaban bien; además, recién había pasado una de las temporadas de alta demanda: diciembre de 2019, enero y febrero de 2020, meses fríos,que se relacionan con una temporada de alto consumo.
“Se viven muchas cosas [en ese momento], ya íbamos levantando, ganando clientes y de repente pasa esto. Nosotros abrimos en agosto, como un año y siete meses teníamos de abierto, justo al cumplir el año empezó a levantar, veníamos de una época fuerte que es diciembre, enero, febrero y de repente en marzo la pandemia”.
El impacto cimbró fuerte, pues bajaron las ventas, el flujo de los transeúntes disminuyó; esta situación también sacudió el estado de ánimo.
“Emocionalmente nos pegó mucho, porque literal vendíamos poquito, toda la gente se había ido a sus casas y el centro tiene movimiento por los que vienen a trabajar. Eso me pegaba en lo económico, pero también me deprimía”.
Las bajas ventas los obligaron a cerrar, entonces sólo trabajaban bajo algunos pedidos; su único trabajador se mantuvo en confinamiento, para evitar el riesgo de contagio.
Posteriormente, en julio de 2020, tras el confinamiento, reabrieron la panadería, pero las cosas no marchaban mejor, no lograban retomar las ventas que tenían antes, en ocasiones se les quedaba casi la mitad de la producción.
“Se vivía con miedo porque todavía no sabías qué onda con el Covid-19, pero también se vivía mucha preocupación, tuvimos que cortar nuestros sueldos, en ese momento sólo teníamos a un chavo trabajando con nosotros, era de alto riesgo, se quedó en casa y tratábamos de pagarle casi 100%, aunque a veces no completábamos, él nos entendía súper bien. [Sentía] mucho miedo, preocupación, pero también tristeza de ver tu negocio, lo que has construido en un año siete meses, que era poco, pero veías un avance”.
Entonces, solicitaron un préstamo Bienestar, que aunque fue poco recurso, les permitió saldar pagos de renta y de sueldos.
El apoyo al consumo local fue indispensable en este proceso de recuperación. Los amigos, los clientes, incluso personas que no conocían sus productos, se sumaban a la cadena de recomendaciones vía redes sociales.
“Tuvimos apoyo de clientes, amigos que compartían nuestra página en redes, salió como un ayuda de toda la ciudadanía, gente que ni nos había comprado nos hacía pedidos. La gente apoyó muchísimo el comercio local”, cuentan.
Actualmente, Panfilia genera seis empleos, un equipo de panaderas, cocineras y vendedores. “Creo que muchos negocios no han logrado sobrevivir y da mucha tristeza [...] los clientes son pilar de aquí, con el paso del tiempo nos hemos vuelto amigos, [la panadería] es parte de su día a día”, comparten.