Hace año y medio, Ana Rosa González creó su pequeña empresa llamada ‘Salsas Pikis’. Al principio sólo preparaba salsas picantes para sus familiares y amigos, pero debido al éxito de su sazón e impulsada por sus amigas, decidió entrar al mundo del emprendedurismo.
Ahora vende 12 tipos de salsas picantes hechas de manera artesanal; comparte orgullosa que le dedica muchas horas a que su producto quede bien, pues eso es lo que diferencia a su empresa.
Ana Rosa se adentró en el mundo del emprendedurismo casi sin planearlo, hasta que la falta de empleo la hizo decidirse y apostar por administrar su propia empresa.
La gran ironía en esta historia, comparte la microempresaria, es que ella no come picante, a pesar de que fabrica litros y litros de estas salsas para sus clientes.
“Yo creo que por eso terminé especializándome en eso, porque yo nunca comí picante y por eso preparaba salsas picantes para mi familia, mis alimentos no contenían el fuerte sabor del chile, el que quisiera enchilarse pues tenía que ponerle alguna de mis salsas”.
Al principio Ana Rosa sólo cocinaba dos tipos de salsas, las hacía con cacahuate y semilla de girasol, pero con el tiempo tuvo que ampliar su variedad a petición de sus clientes. Así que se sumergió en cientos de libros de recetas y seleccionó las mejores, por ejemplo la salsa picante hecha con frutos rojos, kiwi o arándanos.
Los primeros compradores de Salsas Pikis fueron las compañeras de trabajo de Ana Rosa, entre amigos y conocidos poco a poco fueron corriendo la voz sobre la sazón de dicha emprendedora y la pequeña empresa fue creciendo.
“Empecé en agosto del 2017, las salsas son riquísimas, no tienen conservadores, me gusta mucho hacerlas. Poco a poco empecé a experimentar nuevos ingredientes, las preparaba y si me gustaban pues me las quedaba. ahora puedo ofrecer 12 sabores”.
“Siempre decían que mis salsas estaban muy ricas, tuve que salirme de trabajar, algo tenía que hacer, así fue cuando empecé con el negocio. De inicio se las ofrecía a mis compañeras de trabajo y empezaron ellas a comprarme, ahora ya me instalo en mercados artesanales y ahí es donde las vendo, por ejemplo en la UAQ estoy todos los miércoles y sábados”.
Una vez que Ana se decidió a crear la pequeña empresa, eligió el nombre de su nieta victoria para bautizar su nuevo negocio. “Mi nieta se llama Victoria, pero ella para decir ‘viki’ siempre decía ‘pikis’, de ahí vino su sobrenombre y por eso decidí ponerle así a la empresa”.
La microempresaria comparte con orgullo que lo que diferencia sus salsas de las otras salsas picantes es el proceso artesanal con el que ella las prepara, no tiene reparo en decir que le dedica más de 20 horas, cuidando cada detalle hasta que el producto queda perfecto.
“La más vendida es la salsa surtida, que es la que trae de todas las semillas, nuez, almendra, pistache, pepita, cacahuate, semilla de girasol y ajonjolí. después sigue al de frutos rojos, luego la de ajo y la salsa macha que es la más picante. Yo he probado otras salsas y no saben como las mías, la preparación es muy importante, muchos creen que nada más es moler el chile, pero no, es un proceso muy tardado”.
“Cuando estoy produciendo me doy de topes porque digo ¿En qué momento se me ocurrió hacer esto? A veces son las dos de la mañana y todavía me faltan más de seis sabores por preparar, pero lo disfruto mucho, es algo que me gusta. Por producto me tardo como 20 horas, desde que lavas el chile, lo pelas, lo secas a fuego, porque si se seca en sol se vuelve a llenar de polvo y entonces no tiene caso, todo eso le da un sabor distinto, eso la hace diferencia”.
Actualmente Ana Rosa elabora junto con personal de la Secretaría de Desarrollo Sustentable (Sedesu) nuevas etiquetas para su producto y está capacitándose sobre cómo aplicar el código de barras.
Desde hace meses trabaja a marchas forzadas por formalizar sus productos, pues quiere que Salsas Pikis lleguen a los estantes de las grandes tiendas de autoservicios.
“Ahorita estamos trabajando en la mejora de la imagen, porque hay que seguir mejorando” comenta.
cetn