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Sólo el Papa Juan Pablo II había recorrido las calles de la Ciudad de México dentro de una caja de cristal para que todas las personas lo vieran.
Fue de esa forma que el niño pobre que vivió en un barril, El chavo del Ocho, hizo su recorrido rumbo al Estadio Azteca, en donde sus seguidores disfrazados, con flores y recuerdos dirían adiós a Roberto Gómez Bolaños.
Dentro de su féretro de madera, los restos del productor fueron el centro de atención en las calles, en donde admiradores pudieron tomarle una foto, lanzarle alguna flor o darle las gracias al responsable de sus risas y una que otra frase cotidiana.
En el camino los más pequeños lucían el look de El chavo del Ocho, el Chapulín Colorado, la Chilindrina o Quico, mientras sus acompañantes adultos recordaban una que otra escena que los hacía reír.
En el interior de la casa del Club América, equipo favorito de Chespirito, los seguidores contaban anécdotas y se dejaban cuestionar.
A pesar del sol de invierno, ese que no sólo calienta sino quema, los miles de asistentes al homenaje del comediante aguantaron hasta la llegada del féretro, el cual hizo su vuelta olímpica acompañado de aplausos, porras y el coro de “Chavo, Chavo, Chavo”.
El americanista estaba en medio de un coloso sin llenar. Y esta vez la playera azulcrema no sería la protagonista, más bien el colorado y la desaparecida CH con las antenas serían los looks de la tarde.
Florinda Meza estuvo tranquila y paseó para depositar las flores blancas en medio de la cancha deportiva. Mientras tanto Roberto Gómez Fernández usó la playera de su héroe favorito, El Chapulín Colorado.
Con cantos de la bonita vecindad y lejos del luto y la tristeza, los televidentes de diferentes nacionalidades acompañaron los restos de Chespirito.
Tras tres horas de espera para algunos, el cuerpo de Gómez Bolaños estuvo para escuchar aplausos, bendiciones, despedidas y los recuerdos de miles de personas.
Luego de la misa encabezada por monseñor Diego Monroy, cientos de niños aparecieron en la cancha disfrazados del súper héroe mexicano y del niño de la vecindad.
Interpretando una canción hecha para la ocasión, los niños del Centro de Educación Artística de Televisa dejaron en libertad a varias palomas blancas, despertando la sorpresa de los familiares y el desconcierto de Florinda Meza al ver el vuelo de las aves obstruido por la prensa y el alboroto.
El féretro de madera todavía esperaría al mariachi Gamamil para que tocara “Las golondrinas” y diera su última vuelta en hombros de su escolta, mientras la última lluvia de flores blancas caía a su paso.
Y detrás el séquito de niños brincaría gritando: ¡“Chavo, chavo, chavo!” Ellos que después de casi cuatro décadas siguen riendo con sus personajes.
Los restos de Chespirito serán depositados hoy en el panteón Jardín.