Con su primera exposición colectiva titulada “Las letras y el arte conviviendo en un libro”, 26 estudiantes de la Primaria Josefa Vergara, continuaron con la celebración del Día del niño, en donde cada pequeño plasmó su día a día en una libreta artesanal, en la que contaron con el apoyo de sus familiares.

Este proyecto de intervención educativa a través del arte, pretende incentivar la inteligencia emocional en los niños, quienes lo realizaron de la mano de la profesora Teresita Hernández.

“Los padres se involucraron en la creación manual y artesanal de los libros y los niños, además de empastar, comenzaron a pensar en el contenido. Yo les decía: ‘El libro tiene que hablar de ti’, y ellos con preocupación abrían sus ojos y me preguntaban: ‘¿qué voy a poner y cómo lo voy a hacer?’, ahí es donde inició la labor docente para el desarrollo de la creatividad”, señaló la profesora.

Asimismo Hernández aseguró que la tecnología ha sido mal encaminada por los adultos cuando es utilizada para resolver de manera inmediata las inquietudes de los pequeños, dejando de lado la estimulación de la creatividad y la imaginación.

“Cuando comenzamos a trabajar, ellos sólo querían hacer caricaturas y dibujos animados, pues eran los referentes culturales que tenían a la mano. Yo les decía entonces: ‘ustedes tienen imaginación, quiero ver algo suyo’, fue así que ellos solos hicieron la portada, le pusieron el título a su historia y empezaron a escribir”, detalló.

Acostumbrados a las antiguas estrategias educativas —como el dictado y la memorización— los pequeños tuvieron que aprender a tomar decisiones propias y resolver de manera individual y colectiva los problemas que se iban presentando en el proceso creativo.

“La escuela te exige poner a los niños a leer y escribir, pero podemos hacerlo de una manera más divertida y promoviendo la libertad creativa de los niños para que escriban y dibujen lo que ellos quieran”, señaló Hernández, quien luego de más de 12 años de servicio como profesora, detectó que la inteligencia emocional es un aspecto que sigue sin ser tomado en cuenta por la Secretaría de Educación y en los planes de enseñanza, por lo que creó un proyecto de intervención que utiliza el arte como acción puente para dinamizar procesos de aprendizaje, centrados en las emociones.

Durante el proceso creativo, la relación entre los niños y sus padres mejoró, ya que también se dio lugar a sesiones con las familias para que aprendieran a interpretar y detectar las emociones de los pequeños en sus trabajos escolares. “Cuando los papás comenzaron a leer los trabajos, se dieron cuenta que tenían que pasar más tiempo con sus hijos, pues difícilmente los niños logran decirte cómo se sienten. Por ejemplo, había una niña que escribió en su libro: ‘es que a veces me siento sola y triste porque mi papá se va a trabajar y llega hasta las 9 o 10 de la noche, y a veces ya no lo veo’. Por centrarnos en la idea de ‘tengo que llevar el pan a la casa y el salario’, dejamos de lado las necesidades emocionales”, puntualizó.

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