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Liverpool. Considerada como la segunda ciudad inglesa con mayor oferta cultural, Liverpool alberga en uno de sus museos la historia del mundo y la humanidad.
Como su nombre lo dice, el World Museum (Museo del Mundo) ofrece en los cinco pisos del edificio que ocupa en William Brown Street -una zona que concentra diversos espacios culturales, también conocida como barrio cultural-, un vistazo a cientos de tesoros artísticos procedentes de diversos países, así como a colecciones de ciencias naturales y físicas que cuentan la evolución de la Tierra y los seres vivos.
La discreta fachada de este museo fundado en 1860 pasa desapercibida para algunos, pero al entrar, el vestíbulo del nuevo edificio que lo acoge desde abril de 2005 deslumbra a cualquiera. El esqueleto de un “pterosaurios” suspendido en el aire y un gigantesco tótem de madera reciben a los visitantes, desde donde fácilmente, sin pagar un ticket ni pasar filtros de seguridad, se puede encontrar el camino hacia las diversas galerías. El orden no importa.
Desde insectos vivos y animales disecados hasta momias egipcias; desde cerámica prehistórica a exploración espacial. Las cerca de 610 mil personas que lo visitan cada año, la mayoría de ellos jóvenes y niños, tienen la oportunidad de escoger qué ver.
Justo esa diversidad y accesibilidad de sus colecciones lo ubican como uno de los sitios favoritos para visitar dentro del grupo de Museos Nacionales de Liverpool, que incluye ocho recintos, entre ellos el Museo de Liverpool, así como el Marítimo y el de la Esclavitud. En palabras de Steve Judd, director del recinto, el Museo del Mundo se ha convertido en “un lugar fantástico, divertido para estar, y detrás de toda esa diversión también hay una oportunidad de aprender sobre las cosas que han dado forma al mundo en que vivimos”.
Uno de los temas que desde junio ha atraído la mirada del público ha sido el mundo y la cosmovisión de los Mayas, gracias a la exposición montada en la galería de muestras temporales. Alrededor de la sala con valiosas piezas traídas desde México, también hay otros mundos por descubrir.
Las dos primeras plantas nos sumergen en un mundo marino contenido en un Acuario, y al mundo natural a través de 20 mil objetos: plantas, animales y rocas. Hay una gran variedad de insectos y arañas en La casa de los bichos, que tiene entre sus joyas una colección de escarabajos del siglo XIX. Se trata de una de las piezas más antiguas de la colección de historia natural, ya que ésta se perdió totalmente cuando el edificio que originalmente albergaba al museo resultó gravemente dañado en los bombardeos alemanes de mayo de 1941.
La bomba incendiaria destruyó cerca de tres mil piezas antiguas, pero el acervo se fortaleció en la posguerra con adquisiciones. Las huellas de esa tragedia están en algunas piezas que lograron ser rescatadas, especialmente las de la colección arqueológica.
Las culturas antiguas del mundo invaden la tercera planta del actual edificio. Exhibidos en vitrinas grandes y pequeñas, los miles de objetos nos trasladan hasta la antigüedad de Egipto, Grecia, Roma y el mundo anglosajón, así como a las culturas que han florecido en Asia, África, Oceanía y América. La riqueza de esta colección de aproximadamente 50 mil artefactos del mundo antiguo y alrededor de 40 mil objetos etnológicos, también deja ver el esplendor de Liverpool como uno de los grandes puertos del Imperio Británico, el cual reunió una valiosa colección de tesoros culturales provenientes de sus colonias.
“Objetos y artefactos de las culturas de todo el mundo fueron recogidos por los comerciantes locales, misioneros, oficiales navales, administradores coloniales y exploradores, luego fueron vendidos o donados al museo”, se lee en la página oficial del recinto.
Formación del acervo. Es a través de esas donaciones, compras y participación en excavaciones arqueológicas que en 150 años ha crecido su acervo de antigüedades, el cual posee una de las mayores colecciones de Egiptología en Reino Unido con más de 16 mil piezas (mil 300 de ellas en exposición).
Esta colección se remonta al siglo XIX, cuando el orfebre José Mayer comenzó a comprar colecciones de diplomáticos y viajeros a tierras faraónicas. Entre las joyas, hay momias, joyas, objetos cotidianos y piezas atribuidas a Ramsés.
El nombre de ese coleccionista y orbefre también cobra protagonismo en el acervo de piezas provenientes de Mesoamérica, conformada por cerca de 560 objetos.
De entre las pequeñas piezas de piedra, figuras de barro y objetos de cerámica que ocupan una vitrina en la sección dedicada a las Américas, destaca el Códice Fejervary Mayer, de origen mixteco hecho sobre piel de venado y con más de 800 años de antigüedad. Adquirido a mediados del siglo XIX, el manuscrito es considerado uno de los objetos más preciados del museo: “Es uno de los únicos 15 códices precortesianos (1200-1521 DC) conocidos en el mundo e introduce a la sofisticada cuenta calendárica de la antigua Mesoamérica”.
El manuscrito -que según los conservadores, está en muy buenas condiciones- se encuentra exhibido en una vitrina especial, junto a una pantalla táctil que ofrece toda su información histórica y material. Sus 23 hojas dobles, plegadas en forma de biombo o acordeón, ilustran la cuenta calendárica o adivinatoria de 260 días y algunos elementos religiosos, como los cuatro rumbos del universo.
Y justo por ser una de las piezas que da cuenta de la importancia que el Universo ha tenido en algunas culturas antiguas, un facsímil de este manuscrito de origen mexicano se exhibe también en la sala que el museo le dedica a El Espacio.
Ubicado en la última planta del museo, esta pequeña sala exhibe cohetes, telescopios, una calculadora del siglo XVII, rocas lunares y hasta un supuesto meteorito de Marte, el cual habría caído en Nigeria hace unos 40 años.
Es en esta área donde los jóvenes y niños se muestran excitados al ver grandes cohetes suspendidos sobre sus cabezas, al experimentar el uso de algunos prototipos de computadoras del siglo pasado, y al explorar, en el Planetario, el Sol, la Luna, las estrellas, los planetas, la posibilidad de otros mundos desconocidos.