A casi dos meses de su partida, miembros de la comunidad artística y cultural de la ciudad organizaron un homenaje póstumo a Julio César Cervantes El diablo, en la casa de cultura Ignacio Mena Rosales, donde por más de 30 años estuvo al frente del taller de serigrafía.
Desde las 16:00 horas, músicos, pintores, serigrafistas, escritores, fotógrafos e intelectuales de todas las edades, arribaron a la casa de cultura para formar parte del tributo, en el que bandas como Gru Band, La Oca, Tristeza Negra, y la Rumorosa Blues Band interpretaron clásicos del rock y del blues, además de algunas composiciones originales de El diablo.
En los intermedios, Emiliano Cervantes leyó una selección de poemas escritos por su padre, extraídos de Violencia doméstica y otros disturbios, al que siguieron las palabras de su esposa y también escritora, Alejandra Lobato, quien anunció que pronto publicará un libro inspirado en la vida de Cervantes.
“Empecé a plasmar sus anécdotas hace un par de años, las escribía y se las leía y nos reíamos mucho los dos. Empecé con tres relatos, ahora ya hay 16 escritos y por ahí tengo la puerta abierta para que se publiquen a través de la Secretaría de Cultura”, anunció.
A la par del evento, fue inaugurada una exposición fotográfica con imágenes de Cervantes, en las que se le reconoce por su eterna melena larga, sus desmesurados lentes y risa socarrona. Aparece en ellas al lado de sus estudiantes y colegas; con Alex Lora y en el taller, concentrado y pensativo durante la talacha. Además, se exhibió una muestra de su trabajo gráfico y varias serigrafías inspiradas en su mítica figura.
Defensor de la cultura.
“Siempre fue reconocido por defender los proyectos y las causas culturales de los sectores más desfavorecidos, de la gente del sector popular, las bandas de punk que siempre son estigmatizadas, la música de metal; cuando llegaban chavos a la casa de cultura sin poder pagar sus clases, él hablaba con los directores del momento para poder eximirlos de las cuotas”, platicó Lobato, quien asegura que gracias a su ideología dentro de la izquierda socialista —con la que él se identificaba—, mantuvo una postura inflexible en la defensa de la cultura.
Daniel Orlando Ramírez, actual profesor a cargo del taller de serigrafía, recuerda a Julio como un maestro fuera de la norma, hosco y socarrón al que había que “seguirle el paso y su cotorreo, y aguantar vara durante la chamba”, dijo entre risas, y agregó que ante todo, sus discípulos lo admiraban por haber sido genuino y rebelde toda su vida.
A su paso por el taller, con los pocos recursos que había a la mano, El diablo formó a quienes hoy aparecen como grandes exponentes del arte gráfico de la ciudad, entre ellos: Marja Godoy, Mariano Ruiz, Calexico Ramírez, Rafael Ontiveros Aper y Fernando Nando.
“Julio era una persona increíblemente ingeniosa, porque aunque el taller desde siempre no recibía muchos recursos, con pocos elementos sacó adelante trabajos con la mínima manufactura; te enseñaba a pensar de forma diferente, de hecho tenía una frase muy característica que aplicaba con todos cuando nos atorábamos en nuestros procesos creativos, decía ‘pues ya, así, dos tres pedos y a cagar", recordó divertido.
Cuando se le pregunta sobre el trabajo del maestro, Daniel lo describe como un artista orfebre que fusionó su creatividad con el talento de Gerardo Esquivel.
“Hacían buena mancuerna, porque Julio era el maestro impresor, era como el gran orfebre. Si algo se le ocurría a Gerardo, Julio lo solucionaba con su ingenio, y no sólo en serigrafía, ellos contaron con el apoyo del Patronato de las Fiestas a finales de los años 80 y principios de los 90, haciendo los carros de las cabalgatas que salen en diciembre”, relató.
Serigrafista y músico.
Sus colegas y amigos músicos lo describen como un promotor cultural underground, que comenzó organizando tocadas de rock, punk, blues y metal en la explanada del estadio Corregidora.
“A El diablo se le debe mucho dentro del movimiento bluesero en Querétaro, de hecho es uno de los precursores en la entidad, sin él ni siquiera habría festivales como el Queretablues. Sin duda, fue un gran impulsor del arte en el estado”, aseguró Poncho Ortiz, guitarrista de la Rumorosa Blues Band en la que Julio se desempeñó como músico y compositor.
“Aportó el sonido único de su armónica, aunque hay muchos colegas que lo hacen, nadie tocaba como él porque Julio no era técnico, el no sabía de técnica ni notas, el simplemente tocaba la armónica como le venía, a veces encajaba, a veces no, pero eso no lo detenía. Esas disonancias musicales, eran algo que sólo él podía hacer. A mí me gustaba decirle que tenía una armónica carcelera porque te transportaba a esos lugares; sonaba así de triste, de repente sin coherencia, y a veces muy atinada; su parte musical fue esencial”, destacó Pek Santiago, quien junto con los otros integrantes de la banda interpretó los acordes de “Tengo un momento para ti”, inspirada en un poema de Cervantes.
“Julio tenía vocación de músico, él quería serlo desde jovencito. En casa, la música estaba 24x7, se levantaba oyendo música y se dormía de la misma manera. Escuchaba de todos los géneros, era tanto un melómano como un erudito”, narró Lobato, quien reconoce la dedicación y seriedad que Julio daba a su actividad musical en la Rumorosa y Gru Band.
Finalmente, compartió que de todas las disciplinas en el que se desarrolló, El diablo siempre se inclinó más por la música, aunque ella considera que su verdadero arte fue la vida misma.
“Julio era un perfeccionista, a pesar de lo desalineado que se le veía por las calles o en el reventón, era muy exigente y entregado en todo lo que hacía. Fue un hombre de muchas rutinas, y se debatió siempre entre caminar en el abismo y la cordura; entre la locura de los artistas, que a veces es el camino a la perdición, y la vida sana, ordenada, de casa y de tener tranquilidad económica. Él nunca se aventó al abismo de lo bohemio, sino desde que tuvo a sus hijos, y hasta el último día que vivió conmigo, amó el equilibrio”, puntualizó.
arq