Se van a cumplir dos años de que Mineral de Pozos, Guanajuato, fue declarado Pueblo Mágico; antes de eso sólo era un pueblo fantasma y ese es su mayor encanto.

Actualmente, el gobierno municipal de Timoteo Villa, con apoyo estatal y federal, lleva a cabo un programa para activar a este pueblo.

“¡Qué ruido!”, es el saludo que sale del interior de la tienda de don Trinidad. Es un chiste, un juego de palabras, porque en Pozos, lo que menos hay es escándalo.

Don Trinidad, de 80 años, atiende un estanquillo donde se venden refrescos y piedras volcánicas a los turistas. Son piedras redondas, que parecen esculpidas por alguien, pero que en realidad fueron creadas por un volcán.

El hombre también oferta calaveras de reses, como las que salen en las películas de vaqueros gringas.

La tienda de don Trinidad se encuentra a un costado de la presidencia municipal de Pozos, frente al hotel Las Pozas, el más elegante por tener internet en sus habitaciones.

Sin que se le pregunte, don Trinidad cuenta la historia del pueblo. Dice que en la época de Porfirio Díaz, el pueblo era más importante que San Luis de la Paz, su cabecera municipal, e incluso más relevante y próspero que Guanajuato.

Recomienda a los turistas visitar las Escuelas Modelo, institución educativa de vanguardia en el siglo XIX, donde se pretendía enseñar a jóvenes y señoritas artes y oficios, y la técnica, para formar parte de un México que quería ser moderno, pero no lo logró.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) interviene actualmente las Escuelas Modelo e incluso se van a rehabilitar para funcionar, dijo el presidente municipal, el contador Timoteo Villa.

En Pozos vivieron y comerciaron metales más de 80 mil habitantes, y ahora quedan 3 mil 500 personas.

Se cuenta que el presidente Porfirio Díaz descansaba en este pueblo y le gustaba tanto que lo bautizaron como Ciudad Porfirio Díaz.

En la época prehispánica, fue habitado por Chichimecas que eran tan aguerridos que fue el único lugar del Bajío que los españoles no pudieron conquistar a pesar de las masacres. Los conquistadores tuvieron que firmar un tratado de paz en la cercana localidad de San Luis, hoy llamado San Luis de la Paz.

El pueblo fue abandonado en dos ocasiones. La primera vez fue en el siglo XVI, cuando alguien picó una veta de agua; unas 100 minas al menos se inundaron.

“Los propietarios huyeron para no pagar lo que debían y la gente, los mineros y peones, saquearon las haciendas”, cuenta Luis Ruiz, un muchacho que trabaja de guía de turistas, sin serlo.

Las huellas del saque todavía se pueden ver en las paredes de las pocas casas de raya que se mantienen de pie, como es el caso de Las Tres Esquinas, o la San Rafael, donde se encuentran los hornos que utilizaban los monjes jesuitas para fundir el mercurio que luego exportaban a la Nueva España.

En la mejor época de apogeo minero, en Pozos todos los ríos fueron contaminados. El agua se acabó en el pueblo y el problema se volvió tan grande que se prohibió estrictamente tener piscinas, de ningún tipo o tamaño. Ahora, Pozos ya ha pasado esa crisis. Ya se cuenta con agua potable, pero nadie tiene una piscina todavía.

La segunda vez que fue abandonada fue en la época de la Revolución Cristera (1926-1929).

Se narra que por sus colinas, cuevas y cañadas, se escondían los cristeros. Ellos dejaron cruces por todos lados, que servían como señales para facilitar su huída.

“Mi abuela me contaba que hallaban las botas de los cristeros, con todo y los pies”, dijo Juan Suárez Terán miembro del grupo de música prehispánica, Maxorhú.

Luego llegó “La gripa”, una epidemia que acabó con los pocos que quedaban en Pozos. “De ahí nació eso de decir ‘Jesús’, por lo de: que Jesús te ayude, porque si te daba la gripa no había otra manera de salvarte la vida”, relató el músico.

En Pozos, además de piedras, hay muchos músicos. En el pueblo existen más de 10 agrupaciones de Mariachis. ¿Por qué razón? Nadie lo sabe con certeza.

El pueblo es ahora sede del Festival Internacional de Cine Independiente de Pozos, además existe un plan para pintar de colores las fachadas de las casas.

La idea es que, en diez años, Mineral de Pozos, Guanajuato, deje de ser un pueblo fantasma, pero sin perder su encanto, aseguran autoridades del poblado.

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