La misma sustancia de color negro que usan para cubrir las carreteras es utilizada por Matrino Reséndez para recrear, sobre papel couche, historias basadas en la cosmovisión prehispánica.

Estudió diseño gráfico en Tabasco, estado donde nació y creció influenciado por la cultura Olmeca. En sus vacaciones de verano visitaba, junto con su familia, a un tío radicado en Querétaro. “Me gustó mucho. Yo veía que había mucha cultura; Tabasco es precioso, pero no hay tanta cultura”, dice. Hasta que finalmente tomó la decisión de establecerse en esta ciudad.

Ingresó a la carrera de Artes Visuales en la Universidad Autónoma de Querétaro, pero en el quinto semestre se salió. “Me ganó el dinero. Dejé de estudiar por meterme de lleno al trabajo”.

Se ocupó haciendo arte para portadas de discos, diseños de marcas, logos, hasta que un día se quedó sin empleo. “Acabé con papel y lápiz y me puse a generar imágenes de historias que yo me inventaba cuando era  muy joven, y empezó a surgir esto”.

En la Universidad había utilizado el chapopote diluido en gasolina blanca, concretando sólo algunas imágenes abstractas. Entonces recordó “que los Olmecas procesaban y recolectaban el petróleo para pintar cuchillos, conchas, y dije: bueno, si ellos usaban el petróleo ¿porque yo no?”. Tomó los dibujos que había hecho en lápiz y comenzó a darles vida con ese material, residuo del petróleo.

El chapopote es una roca flexible, “como si fuera hule o goma, como la suela de un zapato”, explica. Esta piedra, diluida en gasolina blanca, se vuelve líquida, aunque Matrino prefiere usar aceites de linaza para obtener una mezcla más espesa. “Eso me sirve para pintar más sombras, más luces”.

Cuando inició con este “modelo de producción”, le solicitaba un envío de  chapopote a otro tío de Tabasco, porque su familia es petrolera. La piedra tarda hasta un mes en deshacerse con el aceite, por eso tiene botes de tres litros como reserva.

“Un día me dijo: ¿por qué me lo pides desde acá hijo, para qué quieres este chapopote? Para pintar, contesté, porque es de Tabasco. Se rió mi tío y me dijo: si supieras que esto lo enviamos a todo México y hasta en la ferre de Querétaro lo puedes encontrar”.

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