Los relatos de Juan Villoro se han transformado en DVD y producción discográfica, que verán la luz el próximo año, como parte del aniversario de la novela Tiempo transcurrido.
El auditorio del Museo del Chopo es lo que sirvió de escenografía en la que el propio autor leía sus narraciones, enmarcadas con música ejecutada por los caifanes Diego Herrera (teclados) y Alfonso André (bateria).
Los cerca de 200 espectadores, entre ellos el escritor José Agustín, quién llegó con su familia, también veían ahí, tocando al integrante de la Barranca, Federico Fong (bajo) y el productor y guitarrista, Javier Calderón.
Agustín era invitado especial, pues fue su novela De perfil la lectura que alentó a Villoro, entonces un joven confundido que pasaba por el divorcio de sus padres, a dedicarse a la cultura y hacer carrera.
“Vivía sin brújula, no sabía que mi vida podría tener un sentido y algún destino”, recordó Villoro.
“Nunca ha dejado de reflexionar sobre la relación entre la música y la palabra, mi libro Tiempo transcurrido está dedicado a él y tuvo la generosidad de hacer un programa de televisión sobre él, justamente aquí en el Chopo”, agregó el autor.
Bajo el título Mientras nos dure el veinte, el proyecto se presentó en el pasado festival de música Vive Latino y ha tenido muy buena recepción entre el público.
Una pantalla central mostraba imágenes alusivas a las narraciones que se ubicaban en colonias de la ciudad de México. Ahi estaban la Madonna de Guadalupe en Satélite, la joven que llevaba doble vida y rompia la nariz a un policía o la de Nabor en Lindavista, con ciertos gustos sexuales.
Se escuchó La merienda del papa en la Aviación Civil o la del punk Phonsy Asshole en el Pedregal, que aprendió a cantar como si la garganta tuviera pinole, según narraba Villoro.
“Una serie de cuentos contados que tienen que ver con espacios de la ciudad de México que han perdurado en la memoria; algunos han desaperecido y otros están presentes”, inició la presentación en el escenario.
Por Ayotiznapa. Los 43 normalistas desaparecidos desde hace dos meses en esa población del estado de Guerrero, tuvieron su mención al dedicarles un conteo para recordardar a cada uno de ellos.
Y se leyó un poema de Pablo Neruda, con mensaje a Enrique Peña Nieto, presidente de México.
“Sobre algo que no debería privatizarse, que es el aire”, apuntó Villoro.
El protagonista vocal del espectáculo lucía emocionado. Practicó minutos antes como la “banda” lo había hecho incontables ocasiones en la casa de André, como reveló.
Una y otra vez se acercaba a Herrera o a Calderón para platicar brevemente, alzaba los brazos para mostrar su emoción y tomaba pequeños sorbos de agua para refrescar la garganta.
Finalmente, durante casi una hora estuvo leyendo fotocopias del libro, con el texto, enfatizando algunas frases, sin equivocarse o titubear.
A veces tomaba el micrófono con su brazo izquierdo, hacía el cuerpo para atrás y regresaba como lo hace un roquero profesional cuando tiene que dominar a ese monstruo llamado público en butacas.
“A la gente de mi generación le tocó depositar esa moneda cada vez que se escuchaba en el teléfono tiempo transcurrido”, recordó bromista.
Previo a la lectura, los músicos ejecutaron el tema de Hawai 5-0, popularizado en la serie televisiva setentera y posteriormente, ya dentro del show, se mostraron algunos arreglos a “La Internacional”, esos acordes que en los sesentas era casi considerado pecado por impulsar el socialismo.
Villoro y compañía roquearon como cualquier persona.