¿Andas siempre preocupada porque no logras bajar de peso? ¿Llevas una dieta a base de alimentos saludables, haces ejercicio, pero aun así no alcanzas tu peso ideal? Peor aún, ¿haces todo lo posible por reducir tallas pero lo único que consigues es engordar?

Revisa tus hábitos, ya que según el portal Elle, existen 6 cosas que, sin que lo sepas, son un gran impedimento en la pérdida de peso es incluso pueden tener el efecto contrario.

Aquí te contamos cuáles son:

No dormir adecuadamente: La falta de sueño y de descanso provoca falta de energía, y para obtener esta energía y cumplir sus actividades diarias, el cuerpo buscará la fuente más accesible: la comida, específicamente la chatarra. Por eso es normal que luego de largas noches de desvelo, lo que tu cuerpo te pida sean hamburguesas o papas fritas. Según un estudio de la Universidad de Columbia, la falta de sueño está relacionada con la reducción en los niveles de Leptina, hormona que regula el apetito y el peso, encargada de informar al cerebro la cantidad de energía disponible en el organismo.

La misma rutina alimenticia: El cuerpo necesita de una gran variedad de nutrientes que es imposible encontrar en un solo plato de comida. Por esto, si comes lo mismo todos los días, por más sana que sea tu dieta, a tu organismo siempre le van a faltar ciertos nutrientes. Esto producirá en que tu cuerpo se estanque y aprenda a trabajar simplemente con lo que le das y que no haga ningún esfuerzo por quemar aquello que le sobra. Lo más recomendable es variar la dieta e incorporar colores todos los días.

El miedo a engordar: La mente es más poderosa de lo que crees, si vives contando las calorías de todo lo que consumes, lo más probable es que engordes. Este miedo pone al organismo en una situación de estrés que el cuerpo detecta como amenaza, haciendo que éste almacene más grasa y evitando que desarrolle músculos.

El exceso de estrés: Es normal que en ciertas situaciones nuestro cuerpo experimente estrés, y aunque haya quienes dicen que genera la pérdida de peso, esto no es completamente cierto. Te explicamos, existe el estrés ocasional, que causa pérdida de apetito o algunos problemas digestivos y que, al culminar, sus efectos cesan. Pero el peor enemigo a la hora de bajar esos kilitos de más es el estrés crónico, aquel que se mantiene y que no puede ser controlado. Investigaciones del Instituto Garvan de Australia concluyen que ante un estado de tensión sostenida, el cerebro segrega un neuropéptido presente en las células grasas, produciendo un aumento en su tamaño y en la cantidad en el organismo. Además, el exceso de cortisol (hormona del estrés) incrementa los niveles de azúcar en la sangre, provocando que sintamos más hambre y promoviendo el estancamiento de la grasa en el área abdominal.

El alcohol: Escoger bebidas con menos calorías o con ingredientes light no es suficiente. El problema de beber alcohol no solo es la resaca, sino que además hace trabajar excesivamente al hígado y en lugar de procesar grasas tiene que desintoxicar tu cuerpo; también los riñones que, en su esfuerzo por limpiar la sangre, terminan reteniendo líquidos. Es sabido también que el alcohol estimula el apetito, y mientras más bebas, más hambre tendrás, y ¿qué que buscarás? Bingo, alimentos con alto contenido calórico. Para darte una idea: un vaso de vino aporta aproximadamente 100 kilocalorías, una cerveza contiene 140 y un vaso de coñac estaría bordeando las 200 calorías.

Comida procesada: Entre más procesado, más engorda. Simple. La trampa está en los productos que ponen en sus etiquetas cosas como “Libre de azúcar” o “Libre de gluten”, lo que debemos fijarnos es en los ingredientes y no en sus calorías, ya que los componentes químicos raros que muchos de ellos poseen intoxican al cuerpo. Un dato extra: la comida procesada está diseñada para hacerte comer más, ya que estimulan una respuesta de recompensa  en el cerebro y se vuelve muy fácil excedernos en las porciones.

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