El ingeniero y coronel Guillermo Rodríguez, quien también incursionó en la poesía, fue reconocido por varios mandatarios como José López Portillo y Pascual Ortiz Rubio.
Visita de casi un presidente. Una noche, recuerda Sylvia Rodríguez, cuando el coronel estaba en su habitación descansando, ya con su bata de seda y gazné. Llegó a la privada donde vivía la familia Rodríguez Núñez, el carro presidencial. Se escuchó mucho ruido y todos los vecinos comenzaron a remolinarse alrededor de la casa. Tocaron a la puerta con fuerza.
“¿Dónde vive el ingeniero Guillermo Anselmo Rodríguez Carreón? Yo me quedé asustada, pensé que se iban a llevar a mi papá, porque eran soldados. ¿Qué pasa? Viene el candidato a presidente, José López Portillo, a visitar al coronel. Mi mamá, también asustadísima, gritando: ¡Guillermo te buscan! ¿Quién es?, preguntó desde el cuarto mi papá. Pues es el hijo de José López Portillo, tu compañero en el Campo Militar, que viene a ofrecerte sus respetos”.
Toda la familia y vecinos estaban sorprendidos, ahí estaba José López Portillo, quien era seguro que tomaría el cargo de Presidente de México. “Y mi papá contestó: que pase aquí. ¿Pero cómo?, le decía mi mamá, párate a la sala. No, no, no, tanto no, dijo mi papá. Y todos nosotros, los soldados, los secretarios que iban con Portillo se quedaron azorados”.
López Portillo entró a la recámara del coronel, el motivo de su visita era solicitar su autorización de publicar un libro con su fotografía, para conmemorar la Marcha de la Lealtad. ¡Lucha, tráele una sillita al joven!, le dijo el coronel a su esposa. "A ver, qué quieres muchacho, me da mucho gusto que vengas, sí, ya sé que vas a ser presidente, qué bueno, ojalá y seas tan honrado como tu padre que fue mi compañero en el Colegio Militar y que lo quise mucho. Sí, qué más tienes quieres decirme muchachito. Así fue. A mí se me empezaron abrir los ojos de plato de ver al que unos días después fue nombrado el Presidente de la República, se hubiera sentado ahí en una sillita, porque no se meneó para nada mi papá”.
Otro presidente que le rindió homenaje fue Pascual Ortiz Rubio. “Lo llamó y le dijo: Guillermo, un merecido reconocimiento te deben por lo que hiciste en la toma de la plaza de Uruapan, Michoacán, y el gobierno se complace en obsequiarte una terreno (no sé sí dos o tres manzanas en lo que hoy es Lindavista, que antes quedaba muy lejos). Muchísimas gracias, pero por dos razones no señor ingeniero, la primera es que eso está en el destierro y la segunda es porque yo nunca saco ventaja de nada ni de ninguna amistad, su amistad es más que suficiente para mí”.
Un poeta en Calzada de los Poetas. “Era muy sencillo, culto, muy sabio, una enciclopedia andante, a todo tenía respuesta, era como un Google”, describe Sylvia a su padre. En las noches, cuando ya se retiraba a su recámara a descansar, le gustaba escuchar música, leer o escribir, también era poeta, sensible y creativo. Sylvia, cuando niña, recuerda que los vecinos de su misma edad se acercaban a su casa a escuchar las historias que contaba su padre. Cada día era un cuento distinto, algunas historias tenían episodios de su paso por el Colegio Militar y sus vivencias revolucionarias. Y otras eran obra de su imaginación.
“Calzando zapatones nacionales, su sombrero de palma, el paliacate; y en su bolsa escasos veinte reales, se presenta en la ‘Línea Divisoria’ alardeando de fuerza y de euforia, el simpático ranchero Juan Canales”.
Así inicia el poema “Juan Canales”, obra del héroe y poeta Rodríguez Carreón. “Esos versos recorrieron todo el mundo y le llegaron de la URSS, Francia, España, Bélgica, Inglaterra, reconocimientos por eso poema de Juan Canales”, destaca Sylvia.
No publicó ningún libro. Él mismo se encargaba de mandar a imprimir sus poemas y ensayos en pequeños folletos para repartirlos entre sus amigos. Le gustaba ir al bosque de Chapultepec, a la Calzada de los Poetas para filosofar o jugar ajedrez.
El 17 de enero de 1985, a los 88 años, murió Guillermo Anselmo Rodríguez Carreón. Su hija Sylvia resguarda innumerables anécdotas. Y la historia de México lo recordará como uno de los jóvenes héroes que junto al presidente Francisco I. Madero demostraron lo que significa la verdadera lealtad.