Las nuevas tecnologías no solo han traído novedosas formas de interacción, sino nuevos términos para nombrar lo que antes no existía. ¿Quién iba a imaginar que con la aparición de Twitter se desprenderían una serie de nuevas palabras —tuitero, tuitear, tuiteo y retuiteo— para definir las acciones que los usuarios realizan dentro de esta red social en Internet?

¿O que la palabra meme se usaría para definir prácticamente todo el contenido humorístico que se hace viral en las redes sociales durante un periodo breve?

“La velocidad con la que los hablantes modifican e incorporan las diferentes palabras nuevas no era conocida hasta ahora”, afirma Mario Tascón, parte del Consejo Asesor de la Fundación del Español Urgente (Fundéu) y quien también es coordinador del manual Escribir en Internet. Guía para los nuevos medios y las redes sociales.

Agrega que instituciones como la Fundéu y la Real Academia Española (RAE) pueden emitir recomendaciones, adaptaciones y modificaciones de conceptos en inglés referentes a la tecnología —“ya que muchos aparatos, acciones o servicios nuevos se ‘inventan’ en países anglosajones”—, pero al final son aquellos que utilizan la lengua los que deciden qué se va y qué se queda.

“Las personas, los hablantes de una lengua, siempre han sido los dueños de los idiomas. Quienes hablan español son quienes eligen cómo hacerlo”, precisa.

Así, la reciente sugerencia de la Fundéu con relación a la plataforma de mensajería instantánea para teléfonos móviles, WhatsApp, se basó más en cómo la estaban empleando los cibernautas.

“Es una adaptación que estaban haciendo ya los usuarios (wasapear: intercambiar mensajes a través de esta aplicación) y lo que hizo la institución especializada fue considerar que este término era correcto y menos ‘vulgar’ que ‘guasapear’”, explica Tascón.

Recuerda que el avance de la era digital hace que palabras incluso aceptadas, como módem, se conviertan en obsoletas, porque desaparece el objeto nombrado, generalmente, al ser sustituido por otra tecnología más avanzada.

Sobre si habrá pérdidas o ganancias en el español a la hora de castellanizar una palabra, Tascón no tiene dudas: “Si los ciudadanos la adaptan, seguro que se gana”.

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