La versión de El Lago de los cisnes que este sábado presentó en Querétaro, en el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez, la compañía poblana Cirque et Danse fue para espectadores de mente abierta.

Cuatro actos y casi dos horas de show, con una escenografía que echa mano de la tecnología digital para ver lo que la imaginación no puede construir.

Algunos elementos escenográficos terminan de construir un reino de ensueño donde sucede la historia de amor jamás contada, la de una princesa convertida en cisne por un malvado espíritu.

Espectáculo que no es ballet propiamente dicho, ni tampoco es circo de arte en toda la extensión de las palabras; son ambas cosas.

Con momento donde se crea magia de la nada, como cuando la prima bailarina es abrazada por la sombra del mal y aparece un cisne da sus primeros pasos en el escenario, lentos y dudosos, de animal bello y asustado.

Es un show no apto para espíritus conformes, acostumbrado a vivir de lo de siempre, acomodaticios; no apto para los que dejaron de soñar.

El cuerpo de bailarinas fue encabezada por Juliia Mikhaylova, estrella del Cirque du Solelil de Francia y Canadá. Mujer de elegantes movimientos, que baila con la delicadeza de una flor de loto en jardín tradicional japonés.

Es ballet que no es clásico y no es tampoco moderno; son las dos cosas, y que sorprende con personajes de circo de arte, personajes nunca imaginados por Chaikovski.

Noé Roberts, un mago de los trapecios internacionales, hombre que tiene el don de bailar en los aires, flotando en la nada, como dios griego.

Es un espectáculo para un espectador que no se asusta con el cambio y con no vivir en la comodidad de lo ya sabido y probado.

Bailarinas de perfecta armonía como Mayuko Nihei y la mexicana Katia Carranza, ambas en el mismo trance y la misma calidad, de primer mundo y anexas.

Participaron en el montaje un cuerpo de cerca de 40 elementos, entre bailarines y cirqueros, con malabares de todo tipo y suertes que requieren equilibrio y belleza.

Es verdad que entre acto y acto faltó dinamismo y continuidad, pero fueron minucia minuta, nada que afectada el conjunto de la obra.

También fueron un espectáculo para quien pudo y quiso pagar el precio del boleto, el cual no fue tan barato. Pero como bien dice el dicho: “Quien quiera azul celeste, que le cueste”.

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