El Querétaro antiguo se caracteriza por sus conocidas y tradicionales cantinas, lugares que se llenaban por las tardes de trabajadores que concluían su día laboral y buscaban un trago tranquilo antes de llegar a casa.
Una de las tabernas favoritas desde muchos años atrás es El dandy, una cantina que con el paso de los años vio el cierre del servicio de la estación del tren entre muchos otros cambios en la zona. En 1963, Felipe Morales Díaz compra la licencia adquiriendo más que un bar, un proyecto de vida.
Felipe Morales originario de la colonia El Cerrito era conocido como El general, por ello cuando adquirió dicho local la gente decía “Vamos con El Gene”, desde entonces la cantina fue bautizada con ese apodo a pesar del nombre original que actualmente sigue en la licencia.
El gene siempre fue una cantina establecida dentro de una casa. Al inicio el espacio era sumamente reducido, pero esto no impedía que la gente que acudía al tianguis de artesanías, los pasajeros del tren e incluso aquellos que atravesaban hacia el mercado del Tepe entraran a disfrutar de las famosas micheladas del lugar.
Con el paso de los años, el dueño pudo comprar una parte de la casa aledaña ampliando la taberna de la manera en la que actualmente la podemos ver. Al entrar por las persianas podrás percibir un ambiente totalmente casero con fotografías del Querétaro antiguo, además de sillas y mesas originales de 1983.
Dos de las fotografías más representativas del bar son las del mismo Felipe Morales retratado a sus 25 años, una es de cuando laboraba en una pulquería en el Andador Libertad y otra en su negocio El gene; de esta manera es inmortalizado dentro de la cantina.
Los hijos de El General, Alejandro Morales y Guadalupe Morales, comenzaron a trabajar con su padre al concluir la preparatoria: “Él nos enseñó todo, desde lavar los trastes, trapear, preparar los tragos, cocinar y atender a los clientes”, comentó Alejandro.
Continuando con el concepto original El gene no ha cambiado mucho, excepto en las reglas básicas de las cantinas de muchos años atrás, hoy en día el lugar se llena de jóvenes, familias y todo tipo de clientes quienes son bien recibidos con la botana de la casa.
Además de las tradicionales micheladas, las cuales se preparan con la misma receta original únicamente con algunas variantes entre cantidades y salsas, Alejandro y Guadalupe sorprenden a los comensales con cacahuates cocinados en su totalidad por ellos mismos, realmente son 100% caseros.
Los dos hermanos han decidido hacer de este lugar una tradición familiar, por lo tanto ellos mismos cocinan, sirven las bebidas y, por si esto fuera poco, atienden a los clientes, no cuentan con empleados ajenos.