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La anfitriona recibió amigos y familiares en su casa de Juriquilla, decorada con algunos motivos estilo Halloween, por ejemplo, la obligada telaraña, arañas de papel colgando del techo, además de algunas sonrientes calaveras.
Pero lo mejor de la fiesta fueron los disfraces y las parejas disparejas. Por ejemplo, una torpe abejita con lascivo aguijón, que bailaba salsa con una Gatúbela, elegante y delgada como una muñeca Barbie.
La más tierna de la fiesta fue una bebecita cachetona de veintitantos años, que cargó con todo y oso de peluche al convite.
Una Janis Joplis, sin botella de whisky Jack Daniels (la bebida preferida de la Janis original), sedujo a un tímido calavera.
Un Jack, de El extraño mundo de Jack, y su muñeca rota, llegaron tarde a la fiesta, con los guisados para los tacos.
La hija de la anfitriona era tan tímida, como soldadito de cuento de hadas, y su pareja era un hippie que fumaba cigarros todo el tiempo.
El junior de la familia Pliego vestía de jugador de futbol americano tan magullado que parecía que lo había atropellado un coche. “Mi mamá me dejó así”, decía a los curiosos.
La pirata más sexy, la anfitriona, por atender a los invitados descuidó el atuendo y llevaba el parche del ojo casi en la nuca. Y así, toda la noche.
Un súper héroe no escuchaba nada por la máscara y le tenía que traducir su mujer arlequín.
Un torero era pareja de un vampiro y nadie los criticó. En cuestión de disfraces y parejas, no hay regla que se respete. En fin, la fiesta fue un divertido éxito.