Ovación de pie y aplausos por varios minutos para despedir a Miguel Bosé luego del concierto ofrecido como parte de su Amo Tour en el Hípico de Juriquilla la noche del martes pasado.
Gritería del “viejerío” también para pedirle que no se vaya tan rápido, que una canción extra no estaría de más, que qué tanto es tantito, que si estamos “chupando tranquilos”, que cuál es la prisa entonces.
Miguel Bosé, quien no se hace del rogar, que tiene corazón de pollo y siempre dice sí aunque quiera decir que no, se despide una, dos, tres veces y siempre regresa.
Cantó antes de irse, o mejor dicho, para no irse, “Amante bandido”, “Te amaré” y luego “Por ti”.
Si el tiempo no valiera dinero el cantante se hubiera tomado la noche, porque el ambiente estaba para quedarse. Medio cachondo, medio familiar, como para pedir café para todos y echar mano de la guitarra e improvisar canciones como si estuviéramos en la casa de los abuelos.
El Hípico no se llenó del todo, lucieron huecos vacíos en la zona VIP y preferentes, lo normal, porque finalmente Bosé no es para las masas, no es cosa de reventón, de canciones de amor con ritmo pero sin rima.
Hubo un tiempo en el que Bosé era para los jóvenes, para el antro, para el punchis, pero ya no.
Ahora es un señor hecho y derecho entrado en años, con barriga incluso, que se pinta los ojos con rímel de señora, se amarra cola de caballo y viste tenis/chanchas de descanso para dar un concierto ante miles.
Bosé ahora sólo es para los que conocen, los que saben de la buena vibra y el encanto de este español de 59 años nacido en Panamá, hijo de torero, Luis Miguel Dominguín, y de la diva de cine, Lucia Bosé. Bravura y glamour reunidos en un hijo único.
Miguel Bosé se presentó al escenario puntual, vestido todo él de blanco, ropas para quien viste para recibir la primavera, subir a las pirámides del sol y de la luna, y pedir por toda la humanidad y dar amor a al universo entero y sus alrededores.
Llegó al escenario, casi de sorpresa, cuando la respetable audiencia estaba todavía planeando cuántas cervezas se iba a tomar esa noche y cuántas no.
Contó el español que cuando tenía 19 años, hace ya un ratito —cuatro décadas para ser preciso— escribió un poema de amor para “nadie en particular”, porque estaba solo, y cuando no hay nadie a tu lado le escribes a todos.
También dijo que siempre hay frases que no se dicen casi nunca y que se deben decir siempre, palabras de aliento y de cariño, como “mi amor, todo lo que hago, lo hago por ti”.
La palabra que más veces se repitió en el concierto fue amor y sus derivaciones: te amo, te amé, te amaré, y te volveré a amar... y de vez en cuando también te daré “bambú, bambú”.