En el pequeño pueblo de Artemisa, en Cuba, creció el multipremiado trompetista y pianista Arturo Sandoval, invitado del Festival de Jazz de Verano Querétaro 2018, quien previo a su presentación estelar ofreció una clase magistral ante estudiantes y músicos profesionales, en donde compartió parte de su historia y algunos consejos.
El músico narró que creció en una familia “extremadamente pobre, en mi casa no había ni piso, había tierra, y ahí empecé en una pequeña escuelita que abrieron en mi pueblo, me dieron a tratar varios instrumentos y finalmente terminé con la trompeta”.
En su casa nadie más era músico, ni siquiera estaban relacionados con dicho arte, Arturo fue el primero de la familia. Desde muy chico dijo: “Quiero ser músico”, y su primer instrumento fue la tumbadora, conocida comúnmente como conga.
“Al principio fui como una oveja negra en la familia, todo mundo decía: ¡oh, se volvió loco este muchacho, quiere ser músico, ay Dios mío! Cuando yo tenía como cinco o seis años, empecé a tocar arriba de la mesa, mi familia me odiaba porque hacia ruido encima de todo”.
Su primera trompeta se la compró una de sus tías. Y con él de la mano, cuando apenas tenía 10 años, se fue a ver a alguien que le habían recomendado, un señor que luego de hacerlo tocar, sin tener ningún conocimiento, le dijo: “Usted nunca va a ser músico”.
Ahora, el ganador de nueve premios Grammy, seis Billboard y un Emmy, cuenta esa historia como una gran lección de que nunca se le debe cortar las esperanzas a nadie sino al contrario, hay que dar ánimo a quien desea aprender.
“Eso es bueno para el corazón de uno, eso no sólo te hace mejor artista, te hace mejor persona, ayudar. Hoy llego a los 70 años con muchas ganas de seguir adelante”, agregó el experimentado músico.
Arturo comenzó a tocar en un grupito de son en su pueblo y luego de estudiar en la escuela de artes de La Habana, donde aprendió de música clásica, ingresó a la Orquesta Cubana de Música Moderna, después tuvo su primer grupo.
Cumpliendo en el servicio militar, hacía lo imposible “por escuchar todos los días La voz de las Américas, un programa de jazz que trasmitían en onda corta en la radio, religiosamente lo escuchábamos, hasta que en el servicio me cogieron, oyeron eso y me metieron tres meses y medio a la cárcel por escuchar la música del enemigo, eso por supuesto no me amilanó, no me hizo perder el entusiasmo, al contrario, dije: voy a tratar de aprender jazz y algún día me voy a ir a vivir allá”.
Y sí, se fue a Estados Unidos, pero aseguró que el cambio no transformó su música, ya que eso es algo que se lleva internamente. Redacción