Los estudiantes del Tec de Monterrey que montaron la obra Rhino, original del maestro del llamado teatro del absurdo, Eugéne Ionesco, no son actores de carrera, pero como si lo fueran, porque muchos de ellos tienen más talento y disciplina que muchos profesionales de los escenarios.
“Ellos traen el arte escondido, a pesar de las cuestiones tecnológicas que cargan”, dijo Ricardo Leal, profesor del Departamento de Formación Cultural del Tec de Monterey, campus Querétaro.
No son los únicos que trabajan en este montaje que inmerecidamente recibe el calificativo de teatro escolar. Detrás de los actores-estudiantes existe un equipo de casi 60 alumnos que hacen de técnicos, maquillistas, asistentes, iluminación, anotadores, y varios “ve y dile”, que siempre resultan de mucha utilidad.
“A veces es difícil entender, para ellos, que estamos en un juego serio, porque luego lo ven como un juego, hasta cuando ya lo viven en escena, con la respuesta del público, es cuando cambia su actitud”, señaló el profesor.
La obra se presentó ante unos 300 asistentes, y para sorpresa del público y de ellos mismos, fueron testigos de una representación teatral que cumple con todas las de la ley de la dramaturgia.
“Casi siempre hay uno o dos estudiantes que pueden ser actores profesionales, pero nosotros no nos metemos en eso, porque no se trata de realizarlos como actores, sino que tengan la sensación del arte y que completen una formación integral, pero que continúen con sus respectivas carreras”, dijo el director de la obra.
Ni Rhino ni Ionesco son fáciles. Esta puesta en escena se representa en varios niveles de interpretación al mismo tiempo y el mismo espacio, con diálogos intercalados, de manera que funcionan como un juego de palabras y de ideas, donde nadie se puede distraer.
La obra, escrita en 1959, sirvió en su momento como fuente de crítica y reflexión sobre los “ismos”, es decir, el comunismo, nazismo y socialismo, durante la Segunda Guerra Mundial.