Además de flores y tarjetas, los chocolates son uno de los principales regalos en el Día de San Valentín, un alimento al que se le atribuyen propiedades curativas, afrodisiacas y energizantes y que resulta un deleite al paladar.
“Para cualquier chocolatero, en fechas como el 14 de febrero aumentan muchísimo las ventas, elaboramos chocolates especiales en forma de corazón y personalizados”, refiere Ramón Patiño, uno de los fabricantes de JOHFREJ C&V.
De la gran variedad de chocolates, de acuerdo al entrevistado, el amargo es el más solicitado por la gente, ya que entre más puro sea, mayor número de propiedades aportará al organismo.
“El chocolate tiene antioxidantes, fortalece el músculo cardíaco y regenera la memoria, pero dependiendo de su calidad, serán sus propiedades, porque muchas empresas utilizan grasas artificiales y bastante azúcar para economizar; en nuestro caso, es totalmente chocolate, cacao natural y además nacional, de Tabasco, procesado a mano en el Estado de México por toda la familia”, dice Ramón.
Entre las diferentes recetas elaboradas de forma artesanal por los nueve hermanos Patiño González, Jorge, Óscar, Hugo, Felipe, Ramón, Eduardo, Javier, Claudia y Verónica, de donde surge el nombre de JOHFREJ C&V, en referencia a las iniciales de cada uno, se encuentran las trufas, cremas y enjambres de chocolate blanco, claro y oscuro, pralines, cubiertas de chocolate, bocados de fruta, chocolate macizo y barras.
“Incluso si alguien gusta de una combinación se elabora, los últimos chocolates que he fabricado son trufa de naranja, una receta de fruta trozada, cocinada, endulzada, picada y mezclada con la pasta que normalmente utilizamos, cubierta con chocolate oscuro y coco tostado”, revela Patiño, uno de los nietos de la fundadora de este negocio en 1920.
Todo comenzó cuando la señora Elvira Villaseñor aprendió a elaborar chocolate en una empresa en la que trabajaba desde 1913 en la Ciudad de México, misma que siete años más tarde cerró y la abuela de Ramón Patiño continúo con la elaboración de chocolates de forma casera creando sus propias recetas.
Posteriormente, Elvira heredó el negocio a su hijo Juan Felipe Patiño Villaseñor y éste a sus nueve hijos Patiño González, quienes mantienen viva la tradición de tres generaciones bajo el nombre adquirido hace un cuarto de siglo.
Actualmente, la chocolatera ubicada en el Estado de México, cuenta con tres sucursales más, en Querétaro, San Miguel de Allende y Guanajuato.
“Todo es elaborado en el Estado de México, fabrico muy poco en la sucursal (San Miguel de Allende) cuando algún producto se termina, tengo la base, la pasta neutra, a la que solo le agrego saborizantes, frutas o nueces y la trampo”, finaliz Ramón Patiño.