He sostenido numerosas copas de Malbec en mi vida y mi memoria gustativa recuerda a esta uva como una de gran personalidad. La visualizo como un hombre de campo maduro al que nos acercamos con respeto y, ya entrados en la plática, lo descubrimos amigable, platicador, incluso jovial, que infunde cariño gracias a su conexión profunda con la tierra.

Malbec inmigrante

La línea ascendente de esta uva se traza hasta el territorio francés, en específico la provincia del sudoeste conocida como Quercy, donde se elaboraban vinos denominados “de Cahors” allá en el pasado lejano, cuando el Imperio Romano dominaba la región. Durante el medievo, la Malbec se consolidó como una de las uvas preferidas para la confección de los vinos de mesa y recorrió un gran camino hasta que en el siglo XIX fue arrasada por la plaga de la filoxera que sacudió las regiones vinícolas de Francia.

En este momento pareciera que su esplendor estaba en su ocaso, pero la historia no lo quiso de esa manera, pues el agrónomo Michel Aimé Puget, en 1853, llegó a Mendoza, en Argentina, con esta apreciada cepa con el propósito de incorporar nuevas uvas para impulsar la industria vinícola de aquella región.

Fueron las manos de inmigrantes italianos y franceses las que consintieron a la uva hasta consolidarla, para finales del siglo XIX, como la variedad insignia del terruño argentino: las condiciones orográficas que promueven la altura del terreno, el clima seco que permite el crecimiento de la uva con muy pocos tratamientos, y los suelos con alta mineralización fueron el conjunto que cobijó a la Malbec y que ha logrado que aquí alcance su máxima expresión.

La afamada Mendoza

Actualmente, el territorio mendocino se conoce como una de las capitales de vino a nivel mundial. Con más de mil 500 bodegas a lo largo y ancho de la región, cualquier visita deberá calificarse de acuerdo al número de copas de vino degustadas. Los Valles de Uco y Maipú, y la zona de Luján de Cuyo forman un conjunto paisajístico que conjuga grandes extensiones de viñedos y montañas cubiertas de nieve.

Este terruño produce vinos tintos con una marcada nota frutal, especialmente de ciruela madura, con un toque especiado de pimienta negra y una mineralidad que se percibe ligeramente en boca. Además, estos caldos se llegan a reconocer debido a la sedosidad y suavidad de sus taninos, y esos matices violáceos que hacen que cada copa de Malbec se perfile profunda, intensa y sabia.

Caminando hacia el fin del mundo

La región de Neuquén, hacia el sur de la Argentina, es una provincia joven con un poco más de una década de trayectoria vinícola. Pero no hay que dejarnos engañar, pues a lo largo de la Ruta de Vino de la Patagonia se encuentran bodegas con vinos de alta gama que cuentan con reconocimiento internacional. Copa tras copa, la Malbec argentina ha conquistado el panorama vinícola mundial. Alzamos la copa y degustamos. Sí, aquí se encuentra nuestro amigo, ese hombre de campo que nos saluda desde Argentina.

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